– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

viernes, 15 de septiembre de 2017

Piel de cristal



"PIEL DE CRISTAL"
Con cinco años mi madre me llevó a un puerto, y cuál fue su sorpresa cuando me puse a llorar sin consuelo: no podía soportar ver a esos peces boqueando, agonizantes.
Con siete años nos llevaron a Desi (creo que se llamaba así, la hija de unos amigos de mis padres varios años menor que yo) y a mí al practicante. Ella estaba aterrada y no paraba de llorar, así  que mientras me pinchaban yo me reía para que viera que no pasaba nada.
Con nueve mis padres y yo fuimos al cine a ver “El retorno del Jedi”: los veinte kilómetros que separaban el cine de mi casa los hice llorando amargamente por lo triste que me parecía que, cuando al fin Darth Vader se hacía bueno, tuviera que morir.
Con once, más de una noche acabé durmiendo con TODOS los peluches en la cama, porque no soportaba la idea de que alguno de ellos se sintiera desplazado o que lo quería menos que a los demás.
A los trece años me sentí la persona más rastrera del planeta porque vinieron a buscar a un perro vagabundo los de la perrera, y como confiaba especialmente en mí, fui la que la que le llamó y lo llevó hasta la furgo. Ojo, por aquel entonces no sabía cómo acabaría, pero sí que no lo íbamos a ver más. Todavía no lo he superado.
A los veinte una amiga y yo bautizamos este continuo padecer mío  por el sufrimiento ajeno como “La Pena Negra”: en esa temporada los kurdos o el simple hecho de que una helada quemara las yemas nuevas de los árboles me afectaban sobremanera.
Y bla bla bla, así hasta la fecha.
Así en general, en lo que viene siendo el día a día, hay olores (o incluso el hecho de pensar en esos olores, ojo que esto es muy loco) que me hacen vomitar.
 Conducir de noche es un suplicio porque las farolas me deslumbran. Los sonidos muy graves, como ciertos motores de construcción o de ascensores, me bajan la tensión.
Me bastan los diez primeros segundos de una melodía que me transporte a un estadio emocional,  para que me transporte a ese estadio emocional, con total independencia de lo que esté haciendo en ese momento.
Cuando estoy con mucha gente y hay bullicio me aturdo. Mucho. Y entonces no sé muy bien dónde situarme,  por lo que las más de las veces me paso un buen rato en tierra de nadie, y prácticamente siempre me tengo que escabullir un rato para estar a solas conmigo.
También, en conversaciones de esas de más de diez personas, a veces puede parecer que desconecto, y de hecho, de la conversación propiamente dicho es así, pero porque no puedo evitar poner el foco en actitudes, gestos, miradas…quedo atrapada en los subtextos.
Nunca he encajado con facilidad en grupos, y aunque a veces estoy deseando hacerlo, entre otras cosas porque paradójicamente soy de manada y forma parte de mi naturaleza cuidar de lo que me rodea, el caso es que no encajo. Soy, pese a esta “terrible necesidad de amar y ser amada” (frase de Audrey Hepburn), un animal solitario dentro del clan.
Me ha costado muchos años entender que no era ni soy un bicho raro, que no exageraba,  ni era cuentista, ni estaba loca pese a ver el mundo distinto del resto, ni mucho menos, que fuera peor que los demás.
Me llamo Laura Domínguez y soy, simple y llanamente, P.A.S. “Persona Altamente Sensible”
Nota:  os dejo un link para que podáis leer más sobre las P.A.S.
https://www.asociacionpas.org/

Imaginarte


Me gusta imaginarte.
Me gusta imaginarte haciendo lo que haces,
o haciendo nada, quién sabe...solo siendo tú.
Me gusta casi más que tenerte,
si es que se puede tener a alguien,
que qué extraño concepto, ¿no?
Me gusta saber que te gusta imaginarme
haciendo lo que hago,
o haciendo nada, quién sabe...solo siendo yo.
Y me gusta, sobre todo,
cuando nos ocurre a la vez:
Lo sé por esta sonrisa que se me sale suave,
y que sé que a ti también.
Sin más.


y que mirándome a los ojos
te salga casi si querer:
"Te quiero, y quiero que te cases
conmigo
y que pasemos juntos toda una
eternidad.
Porque tu ya sabes que yo no creo
en esas cosas,
pero a tu lado
vale la pena imaginarlas..."

Déjame entrar


Déjame entrar,
que fuiste tú quien me buscó
con tus alas azules
y tú ansia de vida,
que fuiste tú quien me llamó
y yo te escuché mientras dormía
y desperté.
Por eso estoy en tu puerta,
con los pies desnudos,
y mis manos en forma de  cuenco
te traen mil lágrimas
para que las llores,
y mi pelo alborotado
te trae mil risas
para que las rías.
¡Déjame entrar!
que fuiste tú quien me encontró
por eso estoy en tu puerta,
y ya es de día.

                                                                                                                             15-02-2017

Quiero


No quiero tu sombra porque soy luz.
No puedo ser la almohada de tus sueños
porque yo también quiero soñar.
No quiero ser  el lienzo en que pintes,
ni el mejor de tus poemas,
ni las alas que te eleven,
ni el reflejo de tu espejo.
Soy mi propio lienzo,
mi mejor historia.
Tengo mis alas.
Soy mi reflejo.
Y aún así,
si tú quieres, si tu puedes…
Lo que sí quiero es ir de la mano
sin meta,
simplemente andando el camino.
Lo que sí puedo
es ser
 la musa que te inspire,
la mejor de tus sonrisas,
tu gemido más hondo,
la paz de una caricia
Y tu cómplice más  fiel.
Lo que sí quiero
es desplegar mis alas y volar
sintiendo cómo  vuelas a mi lado.
Que será el tuyo.
El nuestro.
Lo que sí  quiero
y lo que sí  puedo,
es ser y estar
mientras ocurra eso que ocurre cuando nos miramos.

"De ruvias y Hacienda (a tru estori)"


-Hola, vengo porque tengo un problema y espero que me pueda ayudar a solucionarlo.
-Lo sé, es por la deuda de (...)
Yo, que apenas acababa de sentarme, le miré boquiabierta e incluso ilusionada, como si al fin me hubiera encontrado con un XMEN de nivel 3.
-¿Pero usted cómo lo sabe?
-¿Cómo?
-Que cómo puede saber quién soy y la cifra exacta!
Me miró unos segundos en silencio, miró a mi amiga, y tras comprobar por nuestras caras que no estábamos tomándole el pelo, respondió lacónicamente:
-Por el DNI, tengo sus datos aquí- dijo señalando la pantalla de su ordenador.
Esta vez me tocó  a mí clavarle la mirada unos instantes, dejándole muy clarito que no me la colaba, que los dos sabíamos que yo no le había dado mi DNI.
Volvió a respirar tranquilo contemplando ya con algo de ternura a las dos ruvias que tenía delante.
-Abajo, cuando has cogido el número, has introducido tu DNI.
-Ahhhh, claro!-se me escapó con una sonrisa radiante.
Tras lo cuál, cómo no, mantuvo el resto de la conversación como si tratara con una criatura de cinco años.
Con la otra ruvita.

"De ruvias y animalillos de campo (a tru estori)"


Hola, qué  tal? Anteanoche le puse la cena a Pumba como cada noche, es decir, cogí su plato del porche, lo llené  de sus croquetas secas que guardo en el porche, y se lo metí  en el salón  para que cenara más  cómodo y calentito. 
Todo formaba parte de la rutina habitual cuando de repente veo que tiene problemas para acabar porque en mitad del plato y rodeando toda su comida, estaba lo que se me antojó mi guante de crin, el de exfoliar,  vaya. Me acerqué a sacar el guante del plato mientras me preguntaba qué mierda hacía ahí, cuando descubro casi al cogerlo, que era un puto ratón. Un ratón muerto. Pumba seguía comiendo sin inmutarse, como si el cadáver del ratón  fuera, de hecho, mi guante. Bueno, miento, lo medio apartaba con el morro para coger los crispis que quedaban debajo. 
Entre la penita, el asco, y sobre todo la sorpresa (qué cojones...cómo diantres...) cogí una servilleta de papel, levanté al ratón por su colita (sí, estaba muerto, absurdamente despeluchado pero muerto aunque sin aparentes signos de violencia), y mientras Pumba seguía cenando COMO SI NADA DE ÉSTO FUERA CON ÉL, lo saqué al jardín y lo lancé con todas mis fuerzas al descampado de al lado para que otro animal siguiera con el ciclo de la vida. O eso intenté, porque como era de noche y mi puntería,  a qué negarlo, no es mi fuerte,  lo que hice fue estampar al pobre ratón  (con todas mis fuerzas, insisto) contra una enorme piedra de granito.
Tras el sonido seco del impacto me llevé las manos a la boca rezando porque efectivamente estuviera muerto y no haciéndose el muerto (lo hacen  a veces como método de defensa), y tras ese fugaz pensamiento aparté mis manos de la boca rezando porque no tuviera ninguna enfermedad que yo estuviera esparciendo por mi cara. 
A la mañana siguiente volví al lugar de mi crimen y allí estaba el pobre,  hecho un poquito puré. En realidad mi falta de puntería fue una suerte porque el descampado de al lado no era otra cosa que la casa del vecino, y creo que no está  muy bien visto ir lanzando ratones muertos a tus vecinos. Así  que lo volví  a coger por su colita y lo dejé entre otras rocas junto a la valla y ahora  ya sí,  que la naturaleza siga  su curso...pero sigo con un montón de dudas: ¿Estaba el ratón muerto en el plato y yo no vi? ¿En serio? ¿Estaba muerto en el saco de pienso y, (de nuevo) yo no lo vi? Con lo que, ¿debería revisar todo el saco de pienso o incluso tirarlo? ¿Lo mató Pumba según le entregué el plato? ¿Se hacía el muerto y yo le regalé la peor de las muertes? ¿Era necesario toquetearme la boca tras tocarlo? Y sobre todas las cosas: ¿por qué tengo esta puntería de mierda?
Y vosotros, ¿qué tal? ¿Cómo son vuestras vidas sin ser ruvias de campo? Felices? Que tengáis un buen viernes.

"De ruvias y gasolineras (a tru estori)"


Os alegrará saber que creo esta vez sí: me he superado como ruvia dejando el listón muy alto:
Yo: Hola, buenas tardes, acabo de poner 20 euros.
Él: ¿Surtidor 3?
Yo: Sí.
Breve pausa.
Yo: ¿Cuánto es?
El: (dudando) ¿Surtidor 3?
Yo: (dudando también) Sí...
Él: (con más miedo de vergüenza, como si fuera una pregunta trampa) ¿20 euros?
Yo: Ah, claro...
Dedicado a la otra ruvita... miss u,  mi amor.

"De ruvias, mensajes y el Universo (a tru estori)"


Subía por Atocha con paso ligero, pensando en las cosas del amor, y pidiéndole una pista al Universo, cuando de repente se me acercó un indigente-yonki-alcoholizado de edad indefinida, con la ropa hecha jirones, apestando a vino malo y  un móvil en la mano.
- Me puedes ayudar?-dijo extendiendo el brazo y poniendo el móvil a la altura de mí cara.
Miré a mi alrededor buscando posibles cómplices de un robo, pero no: distintos transeúntes subían y bajaban la calle ajenos a nuestra presencia.
-Claro -respondí intentando que no se me notara la nariz arrugada a causa de sus efluvios- Qué te pasa?
-Tú entiendes el wasap?
-Cómo?
- Que si sabes escribir en esto del wasap.
-Sí, claro - le contesté sin entender muy bien hacia dónde iba todo aquello.
- Me puedes escribir un mensaje?
Durante una delirante fracción de segundo se me pasó por la cabeza que quería que yo escribiera un mensaje desde mi móvil al suyo, pero hasta una ruvia puede entender solita que eso no tenía putosentido.
 Volví a mirar alrededor, y efectivamente seguíamos sin pruebas de que aquello fuera una encerrona.
Cogí su móvil, uno de esos muy muy viejos con el teclado super pequeñito. Negro.
- Dime.
Se acercó un poquito más, como para que sólo yo pudiera escucharle:
-"Daría mi vida entera por ti. A muerte. Te amo, mil besos".
Me quedé unos segundos estática, y esta vez sí giré la cabeza descaradamente buscando una respuesta, un amigo riéndose, una cámara oculta, o un dios o ALGO. Pero no. Sólo viandantes anónimos.
Nos miramos fijamente a los ojos y asintió con la cabeza. Lo repitió.
-"Daría mi vida entera por ti. A muerte. Te amo, mil besos".
Lo escribí con dedos torpes y temblorosos.
-Ya está - le dije devolviéndole el móvil .
Nos volvimos a mirar. Y esta vez sus ojos brillaban de una manera que nada tenía que ver con sus problemas hepáticos. Sonrió como un niño y yo le devolví la sonrisa. Asintió de nuevo vagamente. Y dándome una ligera caricia en el brazo se despidió:
-Gracias, rubia.
Desapareció calle abajo y yo continúe Atocha arriba.
A la altura de la farmacia del globo me detuve en el paso de cebra, miré al cielo, y solté una carcajada.
Nota: por favor, estad atentos, porque puede que en estos días se os acerque alguien por la calle y os pregunte:
-Perdona, sabes leer un wasap?

"De ruvias y animales salvajes (a tru estori)"


Hola, qué tal? Me iba a lavar los dientes (hablo de hace escasos cinco minutos) cuando por el sumidero del lavamanos ha empezado a salir y reptar hacia mí una jodida escolopendra del tamaño de un naipe. Sin guantes, semidesnuda y descalza, entendí que las probabilidades de ganarle la batalla eran cuando menos jodidas, pero ahí no la podía dejar. Con mucho cuidado y más prisa abrí el grifo a toda potencia para que se fuera sumidero abajo.  Pero no, se mantenía justo en la mitad, medio ahogada y luchando por salir. Sentí lástima por ella, así que me decidí por un método más radical ( y el que más  a mano tenía, ojo ): lejía. Fue peor el remedio que la enfermedad porque lejos de tener la muerte rápida que yo había imaginado, se llenó de furia y con más fuerza aún luchó  para salir de ahí...hasta que vencida, desapareció por el puto sumidero.
Os acordáis de "Alien"? Pues exacto. Cuando cerré el grifo y cogí el cepillo de dientes, reapareció, y está vez mucho más  ágil, y está vez entera, y esta vez sí que entré en pánico.   Fui corriendo a la cocina, cogí el cuchillo más grande que vi y arremetī contra ella...no es fácil...lo conseguí  a la cuarta. Después,  al fin, desapareció junto al agua.
Y vosotros qué, bien?

"De ruvias, coches y grua (a tru estori)"


Creo que necesitamos unos antecedentes y unos precedentes para poder entender lo de ayer:
Estos últimos meses están siendo…cómo decirlo? Un poquito bastante jodidamente complicados para mí, supongo que es algo que no se os escapa. No tanto porque me dedique a contar públicamente mis problemas (cosa que tampoco haré en esta ocasión), sino por mi necesidad de expresar los sentimientos y emociones que me provocan tales problemas. El que haya leído mis últimas canciones, poemas, e incluso visto las fotos sabrá de lo que hablo sin ser Sherlock Holmes…y el que no…pues oye, pues…que tampoco pasa nada.
El caso es que ayer bajé a Madrid a intentar solucionar unas cosas, y ya de paso, a quedar con un buen amigo.
La mañana fue durita, a qué decir lo contario: me perdí con el coche como solo una ruvia puede perderse, con actitud, con ganas, con profesionalidad….y en los dos trayectos, además.
En el primero, y TRAS 45 MINUTOS DANDO VUELTAS POR DONDE CRISTO PERDIÓ EL MECHERO Y DEJÓ DE FUMAR POR NO IR A BUSCARLO, Y ESCUCHANDO AL PUTO GPS, QUE SI ESO NO ES UN INVENTO DEL DIABLO YO YA NO SE, tuve que parar a un taxista y rogarle al borde del ataque de ansiedad (no tanto por llegar tarde a la entrevista sino por tener que asumirme tan rematadamente lerda), que me guiara. Estaba a cinco calles. Cinco putas calles, no es una forma de hablar.
El segundo trayecto (ir a casa de mi amigo en la otra punta de la ciudad) lo hice relativamente bien y además sin prisas, cuando llegué a la zona hice los giros y regiros tal y como los recordaba…sólo que estaba en la cuadrícula equivocada del Retiro. Así que vuelta a empezar. A todo esto, Madrid, agosto, 13:20p.m y mi estúpida manía de conducir con los cristales bajados porque me siento más atenta.
Cómo sonaría mi voz al llamarle para decirle que me rendía y que volvía a casa sin verle, para que me dijera “Dime en qué calle estás, pon el manos libres, y yo te traigo desde el google maps de mi ordenador dándote todas las indicaciones, pero ven, va”.
Funcionó.
La bonita sorpresa es que no estaba sólo, otro buen amigo estaba con él. En cuestión de cinco minutos la reunión se convirtió en una suerte de…¿intervención? ¿sabéis lo que es una intervención? Pues eso. Y también funcionó: sabias palabras, grandes consejos y sobre todo, hacerme ver que ni era tan torpe, ni tan débil,  ni tan incapaz ni estaba tan noqueada como yo sentía. Estaba haciendo cosas, más de las que podía ver, para salir del atolladero. Es verdad que un momento dado casi lloro, pero no.
-No voy a llorar- les dije.
-Pero si ya estás llorando- me respondió Nach.
Aprovecho la ocasión para comentarte, Nach,  que NO lloraba, sólo estaba trémula.
Salí de allí de bastante mejor humor, más fuerte, y sintiéndome algo más capaz de todo. De hecho, qué cojones: a mi lado Erin Brockovich era una jodida principiante.
Cogí el coche y pese al calor, a los atascos, y a los infinitos cortes por obras en las distintas vías de salida de la ciudad que conocía, logré acceder a la carretera de Castilla sin problemas.
Iba yo pensando en que quería escribir a Nach para darle de nuevo las gracias y para decirle que tiene como muy pocos el don de ejercer de trankimazin para mi alma, iba yo pensando en que qué más podía ocurrir, que de aquí hacía arriba, Laura, coño, que claro que puedes,  cuando ocurrió.
Pam.
Sonó no tanto como un disparo, sino como cuando pinchas un globo. En apenas unas décimas de segundo perdí el control del coche, y hasta varios segundos después no lo recuperé.
Acababa de reventar una rueda.
Quisieron los hados que ni hubiera nadie a mi alrededor. Bueno, los hados y que un día de entresemana de agosto a las tres y media de la tarde, no están en la carretera ni Blas ni Perry.
El caso es que los segundos que tardé en hacerme con el control, el coche fue dando bandazos entre los dos carriles, así  que sí: si hubiera habido otro coche, lo más  probable es que este post lo estaría escribiendo cualquier otro por mí.
¡Qué susto habrás pasado!!!!, pensaréis.
No. Ni de coña. Os lo juro.  Lo único que piensas (o que pensé yo) es que tienes que estabilizar el volante, poner los warning, frenar despacio y apartarte cuanto antes hacía el arcén.
Así  lo hice.
Una vez allí y tras comprobar que el neumático delantero derecho era plastilina deforme y que la llanta estaba totalmente en el suelo, intenté con más miedo que vergüenza cambiar la rueda yo misma, pero no lograba recordar cómo se sacaba la rueda de repuesto (de hecho ni dónde mierda tenía el chaleco reflectante, que lo encontré veinte minutos más tarde en un compartimento de la puerta del conductor que también había olvidado que tenía).
-No pasa nada- me dije- para eso está el seguro!
Efectivamente llamé y una amable señorita me confirmó que un ratito estaría allí el de la grúa , cambiaría la rueda, y aquí paz y después gloria.
Cuarenta y cinco minutos, tardó. Cuarenta y cinco.
Cuarenta y cinco minutos de un día de agosto a las cuatro de la tarde. Sin haber comido. Sin agua. Sin una sombra. Abrasándote la cara y los hombros mientras sudas como un puto pollo asado metida dentro de un puto chaleco reflectante que te queda tan grande que de hecho es un puto vestido.
Cuando al fin llegó estaba tan agotada (de hecho incluso mareada) que casi no podía hablarle. Pero le sonreí.  -Ves?- pensé - solo ha sido un bache, en diez minutitos podrás irte a casa con tu maravillosa nueva autoestima.
-Dónde tienes la llave de seguridad? Porque dentro de la rueda de repuesto no la tienes. Debe estar en la guantera – sonó una voz de detrás del coche con un muy leve acento rumano.
-Qué? Qué llave?
- La de seguridad, la debes tener en la guantera.
Corrí a la guantera solo para constatar lo que ya sabía: allí no había más que papeles.
-No hay nada.
-Pues busca en otros compartimentos del coche porque aquí no está.
No me quedó más remedio que evidenciar mi ignorancia y de paso humillar bien a todas las feministas del mundo preguntando:
-Me podrías decir qué estoy buscando? Cómo es la llave? Qué forma tiene?
Me lo explicó, y aunque no lo entendí  ( y sigo sin puto entenderlo, ojo, que  sigo sin haber visto una), busqué por todos lados. Nada.
-No puedo cambiar la rueda, Tengo que remolcarte a un taller y que allí la revienten para poder cambiarla. Yo que tú reventaría las cuatro y pondría tuercas normales.
Hasta yo, y en ese estado, comprendí algo: que eso no lo cubriría el seguro. Más dinero…
-Qué taller? Yo no tengo taller. Apenas llevo dos meses con coche!
Llamé al amigo (familia, más bien) que me ayudó a comprar el coche y me dijo dos cosas: que buscara por el suelo porque al mover la rueda lo más probable es que se hubiera caído la dichosa llave, y que si no, su taller de confianza estaba en Villalba, que fuera allí y dijera que iba de su parte.
Busqué de rodillas por toda la zona, ignorando un asfalto a, no sé,  250 grados?
De repente encontré algo junto al quitamiedos y se lo mostré triunfal con el brazo extendido hacía su cara.
-Lo encontré!!!!
-Eso es sólo una tuerca – contestó con infinita ternura.
Remolcó el coche, cogí mis cosas de dentro (por ese orden, sí), y nos metimos en la grúa camino a Villalba.
Fue entonces, viéndome empapada en sudor, sedienta, absurdamente despeinada, sucia como en un mal anuncio de detergente, con un chaleco amarillo fosforito más  grande que yo y dentro de una grúa roja, cuando rompí a llorar.
Rompí  a llorar como nunca, como saliendo del útero materno. Rompí a llorar sin sentido ni consuelo. Rompí a llorar todos estos meses.
-Pero qué te pasa, por qué lloras? No es tan grave, mujer!
-POR TODO! LLORO POR TODO!
A voz en cuello, claro. Toda esta conversación fue a voz en cuello porque el muchacho llevaba una grúa del año de la polca sin aire acondicionado, por lo que íbamos con las ventanillas bajadas y un ruido y un viento que nos impedía hablar normal.
Él preguntaba y yo  contestaba como si hubiera bebido el suero de la verdad, y enrabietada como una niña de cinco años a la que le hubieran quitado un frigopié.
Tras varias intentonas ridículas de liar un cigarrillo con ese aire, me ofreció del suyo, y tras varios minutos de silencio, me miró y soltó:
-A MÍ SE ME HA MUERTO UN HIJO HACE POCO. BUENO, NO LLEGÓ A NACER, ESTÁBAMOS DE OCHO MESES.
Volví a llorar más fuerte aún si cabe.
- QUÉ??? NO LO SABÍA! LO SIENTO, DE VERDAD! (Quiero remarcar el absurdo de decirle a un perfecto desconocido  “No lo sabía”  porque sí,  lo dije).
Le tocó su turno para contarme sus cosas. Le escuché bien atenta hasta que concluyó:
-DE TODO SE SALE, MUJER, MENOS DE LA MUERTE.
Llegando a Villaba me di cuenta de que nunca había montado en grúa y de lo mucho que molaba.
Cuando al fin aparcamos en el taller nos estábamos riendo de no sé qué tontería.
Descargó el coche, firmé los papeles, nos sonreimos y se fue.
No sé ni cómo se llama.

"De ruvias, pan de molde y capitalismo (a tru estori)"


El caso es que esta vez sí que tenía una lista, lo que pasa es que me la había olvidado en casa. De ahí que fuera por el super sin orden ni concierto, deteniéndome en cada sección un buen rato, a ver si así algún producto se hacía cargo de mi incapacidad, y saltaba de motu propio a la cesta. Tres cosas eran seguras: pan de molde, un pollo y un melón....y así lo hice, y en ese orden: pan de molde, un pollo y un melón. El resto vino solo, aunque de forma caótica, según aparecían en mi memoria. Tan pronto  cogía dos pimientos como pillaba un brick de leche o volvía a los tomates pasando por la cerveza. ¡Jamón de York! Me dirigí pletórica a la charcutería y pedí 200 gramos de jamón de York sin sulfitos, sin sulfatos, sin colorantes, y pa'mí que sin cerdo, pero ese es otro tema.
Fue mientras esperaba a que lo cortaran cuando me si cuenta.
El pan de molde estaba debajo de un pollo, un melón, doce latas de cerveza, un kilo de tomates, un brick de leche, unos plátanos, pimientos, rabanitos, un litro de zumo detox, y demás frutas y verduras varias.
Me arrodillé allí mismo, ante el mostrador de la charcutería, y empecé  a sacar y desparramar toda la compra por el suelo del super con la urgente misión de salvar al pan de molde, o lo que pudiera quedar de él.
 Os acordáis de la madre de Carol Anne cuando intenta desesperadamente rescatarla del fondo de la piscina enlodada por la lluvia y rodeada de cadáveres en Poltergeist? Pues lo mismo.
Os podéis  imaginar lo que encontré. Aquello no tenía solución .
Mientras la charcutera seguía cortando (no sin dejar de mirarme de reojo), cogí  el amasijo informe de lo que unos minutos antes era un precioso pan Bimbo integral sin corteza, y volví a la zona de panes para cambiarlo por uno en perfecto estado....y entonces, a mitad de camino, me cayó la ficha.
Si colocaba ese pan roto en su estante, con toda probabilidad nadie lo cogería, por lo que lo más seguro es que esa misma noche lo desecharan. La comida que se desecha en los super no va a comedores sociales ni a ONGs, casi siempre se tira. Con la de hambre que hay en el mundo. Puta sociedad de consumo. Puto capitalismo...Y así con todo, no arreglamos nada, lo tiramos y a otra cosa.
Qué cojones le pasaba a ese pan? Nada. Estética.
Y yo? Yo que tanto reniego y tanto me quejo, estaba haciendo lo mismo. Parte del juego, parte del sistema. No es con el ejemplo con lo que hay que predicar? No hay que ser coherente y consecuente con uno aunque a veces joda?
Intenté como buenamente pude devolver el pan a su forma original con las manos. No quedó perfecto, pero me dio igual, al fin y al cabo jamás en mi vida he podido meterme una rebanada de pan de molde entera en la boca.
Por supuesto lo compré.
Según subí al coche me empecé a reír de mí misma y me asaltó la duda: ¿ he colaborado con un granito de arena, o simplemente soy una ruvia absurdamente tonta?

jueves, 14 de septiembre de 2017

November


Trascender en tu mirada
cuando el Universo nos sonríe con un vendaval.
Y reconocerme al fin por unos instantes.
Eterna.
Inmortal.
Abrazando sin miedo mis miedos,
que son los tuyos.
Y de repente las alas,
tan abiertas.
Yo.
Tan viva.
Y de repente tú.
Infinito.
La cuadratura del círculo
entre hilos rojos.
Y un "te quiero" inesperado.
Y la felicidad de que mientras escribo esto
empieza a llover
emborronando la tinta,
haciéndola aún más bella,
dándole aún más sentido a estas palabras.
De fondo, Max Richter.

https://youtu.be/2Bb0k9HgQxc
Nota: me senté a escribir otra cosa, pero ocurrió esto.
Nota 2: al que quiera leerlo, le recomiendo humildemente que lo haga mientras escucha este tema, porque es lo que lo inspiró.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Piedra, papel o tijera


Piedra, papel o tijera,
el que va a cambiar el mundo
ni está
ni se le espera.
Si multiplico lo que siento por lo que digo
me contradigo,
y me divido en mil pedazos que quieren saltar al vacío
sin red,
sin ilusión,
amordazando a mi sexto sentido
a cambio de nada
de todo
no busques la X en la ecuación.
X soy yo.
Y Dios.
Esta ingravidez emocional
de no sentir,
de no apostar,
de no jugar a ganar...
Que pena de alas.
Pa no volar.
Tú por tu lado y yo por el mío,
y los dos cogemos el mismo camino.
Te inoculé con mi leche
las ansias de despertar y ahora me vienes
con qué,
me vienes,
de qué,
me vienes...
a qué me vienes...
Que no te enteras:
no has llegado a este mundo pa contemplar
ni pa ser domesticado
arando las tierras de otro como un buey más.
Lucha,
ten cojones,
olvídate de todas las convenciones.
Pega duro, araña, aúlla,
comulga con sangre,
la mía y la tuya.
Piedra, papel o tijera,
el que va a cambiar el mundo
ni está ni se le espera.

martes, 12 de septiembre de 2017

Mentira


Y ahora qué,
Con todo dado.
No vengas  a mi mundo si no tienes un visado.
La risa congelada
Ya no es risa
Si acaso
Sonrisa:
Dormida,
Podrida,
Vacía,
Eterna,
Aburrida.
Mentira.
De pis en la cama.
De niño que mira, aprende, investiga,
Y luego se olvida.
Socializado.
Muerto antes incluso de ser ser humano.
Cuanta pena.
Te regalo las palabras que te he dicho:
Todas y cada una de ellas
Son versos escritos por muertos que ya no respiro.
Mentira.
Cada cosa que digas y escuches
Es sólo eso.
Mentira.
Repetida,
Compartida,
Anestesiada,
Destructiva,
Metida
con
 vaselina.
Y ahora juega a ser marxista, socialista, feminista,
El que busca y no encuentra su lugar en la vida.
Mentira.
Gatito de angora envuelto en mantita,
Suave.
Que no duela.
Como tu polla
Jugando tranquila dentro de mi boca.
¿Te suena?
Te olvidas.
Que no tengo yo el coño
Pa' tanta
Mentira.

lunes, 22 de mayo de 2017

Una "pedrá" en la cabeza


Hoy he estado hablando con una persona de once años.  De igual a igual.
No voy a redactar la conversación por respetar la privacidad de esta persona, pero que sepáis que su sinceridad sin disfraces me desarmó.
Yo intentaba hacerle entender que hay situaciones en las que hay un daño que no puedes evitar,  que son cosas que pasan, y que en todo caso nada tiene que ver con lo que sientan los adultos por ella. Yo intentaba hacerle comprender que la vida a veces no es fácil,  que las relaciones humanas son muy complejas por mucho que intentemos lo contrario, y que lo único que tenía que tener claro es que a ella la querían. Yo pretendía decirle que, como adulta que soy, tenía en mí una aliada para lo que necesitara,  que nosotros, los adultos, sabemos bien lo que nos hacemos aunque ella aún no pudiera entenderlo...y entonces ella me miró y simplemente dijo: "Tenéis una pedrá en la cabeza ".
Punto, set, y partido para ella.
Nacemos con la clarividencia de un sabio ante las cosas fundamentales de la vida, pero por alguna razón que no alcanzo a entender, pervertimos esa capacidad de sentir, de amar y ser amados de una forma pura, honesta y generosa, para transformarnos en estos seres perfectamente grises y anestesiados  llenos de miedo y dudas.  Al "qué ", que es la jodida esencia, le añadimos el "por qué ", el "para qué ", el "cuánto ", el "cuándo " y el "cómo", y aniquilamos toda posibilidad sentir sin más.
 No era tan complicado.
No es tan complicado.
Joder, cuánto perdemos al socializarnos,  al domesticarnos.
Si solo se trata de mirarnos a los ojos y dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir. Si solo se trata de cuidarnos. En manada. Todos y a todos. Qué cojones nos pasa? Por qué tenemos esta pedrá en la cabeza?
Ojalá no dejáramos nunca de tener once años.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Que vivan los pechos de Paula Echevarría



Que vivan! 
Siendo grandes, pequeños, recios, blandos, mirando al frente o siendo estrábicos... que vivan! Que los luzca si quiere y si no quiere no, que haga lo que se le cante del naipe.
Que ya está bien, coño, ya está bien. Que una de las actrices que más está triunfando en nuestro país, que irradia como ella sola, con la que todas las marcas quieren bailar por su arrolladora influencia mediática, tenga UN TITULAR DE PRENSA PARA CRITICAR SU ESCOTE Y LA FORMA DE SU PECHO...patético. Patético quien lo escribe y patético quien lo publica. Que parece que en este país triunfar está prohibido y mucho más si eres mujer.
Que una de las actrices más queridas del panorama televisivo actual esté haciendo su trabajo en una alfombra, hermosa y poderosa, para que el/la mediocre de turno, en vez de hablar de su trabajo, o de lo entregada que está a sus fans, o de la promoción de su serie, se dedique a criticar la forma de sus senos...ay! CUÁNTO MACHISMO Y CUÁNTA ENVIDIA...
Repito: que vivan los pechos de Paula Echevarría, sean como sean, y que viva sobre todo lo que hay alrededor de esos pechos, que es una mujer deslumbrante, que se ha hecho a sí misma sin necesidad de pisar a nadie ni de meterse con nadie, que tiene tal cantidad de seguidores que cualquier cosa que haga o diga será tendencia. Y a los que no les guste, pues que no miren.

Nota: particularmente creo que estaba hermosa, con ese vestido amarillo.

martes, 30 de agosto de 2016

"Y Peter Pan dejó de volar"


Sergio pasea en su carrito todos los días. Y cada día, en esos paseos, pasa por la puerta de mi casa. Y cada día, cada vez que pasa por la puerta de mi casa, los perros salen a ladrar (sin ninguna acritud especial, es lo que hacen cada vez que cualquier ser vivo pasa por la puerta).
La diferencia entre Sergio y cualquier otro ser vivo es que su madre le dijo la primera vez que esto ocurrió, que mis perros lo que hacían era ir a saludarle, que esa era su forma de saludar. Así que Sergio, cada vez que pasa por la puerta de mi casa grita "hola guau guaus" "hola peritos" e incluso ladra, mientras agita la manita lleno de felicidad.
Una vez su madre me contó que de hecho, la rutina del paseo es ir a buscar distintos animales para saludarles, así que se van hasta el pantano para ver a los patos (cuando los hay), pasan por la parcela abandonada donde vive la jauría de gatos, y por supuesto, parada obligatoria es mi casa. -Hija, no sabes el disgusto, que hemos ido esta mañana y los debías tener dentro porque no salió nadie "a saludarle"!- me dice mientras sonríe complice.
Después de semejante confesión, en su siguiente encuentro, incluso abrí la verja para que Bitxo fuera a rechupetearle las manos y la cara: en los primeros segundos Sergio no supo cómo gestinar semejante invasión de su kinesfera, pero como su mamá se rió a carcajadas y le dijo -Ay, qué bien, cuántos besos! pues el niño resolvió que aquello debía ser fantástico y se rió a carcajadas también.
Hoy no ha sido así.
Hoy Sergio ha empezado a ladrar desde el carrito según se acercaba a la verja, pero no lo llevaba su madre, sino su abuela. Bitxo, Pumba y Bola hicieron lo propio mientras el niño comenzaba a reir...pero entonces su abuela, mujer maravillosa y amorosa donde las haya, ojo, y probablemente desconociendo todo este ritual le dijo (no exenta de verdad): -No los asustes, cielo. Los perros te ladran porque tú les ladras primero y les asustas, no les digas nada.
Sergio puso los ojos como platos, se le borró la sonrisa, y ya no dijo nada más.
Pasaron de largo.

Nota: sí, esa es mi verja. Y sí, ese es Bitxo.

sábado, 16 de julio de 2016

Unicornios




Creo que toda mujer debería, al menos una vez en su vida, pasar por una sesión profesional de fotos para una editorial. Pero con todo: un gran fotógrafo, las luces, el maquillaje, peluquería, estilista...y por supuesto los retoques finales de photoshop.
Que no se me malinterprete, por favor, no lo digo para que puedan sentirse “princesas por un día” ni ninguna mandanga de esas, lo digo porque creo que solo así, viéndose sin ser capaces de reconocerse a ellas mismas, podrán entender y asumir de verdad hasta qué punto es todo una ficción, y de esta manera, tal vez podrían sentirse liberadas de la presión que supone intentar parecerte a ese modelo a seguir, cuando no es siquiera real.
Las actrices, modelos y cantantes que aparecen en las distintas revistas o anuncian determinadas marcas saben de sobra de qué va el juego, saben que es una ficción, una irrealidad con la que se vende, publicita o promociona algo (aunque sea simplemente a su propia persona). No voy a hablar de los abusos del retoque por ordenador que han denunciado (y con toda razón) varias compañeras últimamente, no creo que haga falta, pero sí creo necesario que quede muy clarito que, incluso sin esas aberraciones, sigue siendo una ilusión.
Es triste que a día de hoy, lo que ya debería ser una obviedad, siga sin serlo. Es triste comprobar que tantísimas mujeres se ven frustradas por no tener ese pelazo, o esa piel tan tersa (con independecia de la edad), esa mirada rasgada, o esa cinturita de avispa. Es la zanahoria, queridas! ¿O alguna vez en vuestras vidas la hamburguesa de la marca en cuestión se ha parecido mínimamente a la del anuncio?
No me meto con la industria, ni con los productos, pero insisto en que si toda mujer pasara por ahí, respiraría mucho más tranquila, sería mucho más libre, y mucho más feliz, que a fin de cuenta ES DE LO QUE SE TRATA.
Nos pasa lo mismo que al pobre rinoceronte de la viñeta...un unicornio es hermoso, hermosísimo, por supuesto...pero el hecho es...que no existe.

viernes, 10 de junio de 2016

"Estás en una edad complicada"



¿Os suena, compañeros actores?
Porque así denominan en nuestro gremio a las actrices a partir de los 40 años: "Edad complicada".
Os hago un resumen breve: En general, todo actor o actriz empieza sus andaduras en el mundo audiovisual sobre los 17-22 años. Hay excepciones, claro, yo misma conozco a gente que trabaja desde los 12 o no ha empezado hasta los 40, pero no es lo normal.
Pues bien, en el caso de las mujeres, salvo actrices muy muy consagradas (tenéis sus nombres en las cabezas, no hace falta que los verbalice), la recompensa por llevar media vida o más trabajando, con más o menos talento que nuestros compañeros varones, con más o menos éxitos en nuestro haber, es entrar en una "edad complicada". Os lo traduzco: no eres la joven pibonazo que buscan para ser protagonista, pero tampoco llegas a la edad de la madre de la jóven pibonazo...y como tras tus más de veinte años de trayectoria, Y COMO DE VERDAD TE RESPETAN COMO ACTRIZ, QUE NO ES IRONÍA, tampoco te quieren dar un papel de dos o tres secuencias tontas...simplemete, te quedas fuera del proyecto. DE TODOS LOS PROYECTOS.
Llevo años comentando que no es ni normal ni justo que en la ficción, de forma natural, la pareja de un actor de más de cuarenta sea una mujer de menos de treinta, pero nos lo comemos. Sin embargo, si fuera diferente, necesitaríamos alguna explicación.
¿Y bien?
¿Sabéis qué creo? Creo que, como de momento (pese a grandes profesionales mujeres dentro del mundo del guión, la dirección y la producción) el mundo del audiovisual es de hombres, a las de nuestra edad no nos conocen. No saben interactuar con nosotras, así que no nos escriben. Porque si nos miraran a los ojos, descubrirían mujeres impresionantes, que vienen de vuelta, que son libres y fuertes. Somos mujeres en la plenitud de la vida y de la creatividad. Poderosas, talentosas, sabias y hermosas en nuestras distintas formas...y no saben qué hacer con ello. Insisto: simplemente, no nos conocen.
Hay casos aislados, por supuesto, pero son muy aislados así que por favor, ni lo intentéis rebatir.
En Estados Unidos, cómo no, ya se están dando cuenta, y empiezan a tomarnos en cuenta en todo nuestro esplendor, tanto en cine como en televisión. Aquí...ya llegará, confío.
ASÍ QUE POR FAVOR: COMPAÑERAS JÓVENES, LUCHAD DESDE YA PARA QUE ESTO CAMBIE Y NO OS PASE A VOSOTRAS. COMPAÑERAS DE MI QUINTA: ÁNIMO, OS ADMIRO OS RESPETO Y OS DOY LA MANO. COMPAÑERAS DE MÁS DE 50: SOIS MUSAS Y REFERENTES, NEGÁOS A ESCUCHAR LO CONTRARIO.
Y A TODOS LOS DEMÁS DE NUESTRO MUNDO: MIRADNOS A LOS OJOS, TENEMOS MUCHO QUE DAR.
Nota: "Edad complicada" es la adolescencia, de toda la vida, no me jodas.

sábado, 12 de marzo de 2016

Somos ese pueblo alemán




Una de las grandes preguntas que me ha rondado siempre por la cabeza desde la adolescencia, y esto no es broma, es: ¿Qué hacía mientras tanto el pueblo alemán?
No es una pregunta abstracta, no hablo moralidad: hablo del día a día. ¿Qué hacía mientras tanto en su día a día el pueblo alemán? Quiero decir, algo he leído y visto en documentales, pero siempre me rondadaba la misma duda, ¿en serio? Porque es imposible, porque no se puede cometer semejante crimen contra la humanidad sin que nadie se dé cuenta, sin que nadie intente detenerlo. Imposible. Física y estadísticamente imposible, quiero decir.
Hoy, sábado 12 de marzo del 2016, de repente tengo una posible respuesta a cómo pudo ocurrir. Porque hoy, sábado 12 de marzo del 2016, e incluso con la capacidad de divulgación inmediata que nos brinda internet (y esto, en relación al 42 me parece un agravante), estamos enviando a cientos de miles de seres humanos a campos de concentración en el vertedero de Europa, en lo que pretendemos que sea "el puto culo del mundo y del olvido de Europa", a saber, Grecia y Turquía.
Y digo "estamos", porque lo "estamos" haciendo entre todos. Lo estamos permitiendo entre todos. Por fin lo entiendo. "Somos" ese pueblo alemán. Porque aunque digamos que "no es en nuestro nombre", lo cierto es que los hemos colocado nosotros ahí para que tomen las decisiones. Porque aunque nos duela el alma con las imágenes y entendamos que se está cometiendo una injusticia de dimensiones bíblicas, lo cierto es que es desde nuestras casas, con nuestros cafés y nuestros pequeños (o grandes, ojo) dramas cotidianos. Lo cierto es que no nos levantamos como leones en la defensa de tantos seres humanos indefensos que luchan por sobrevivir. 

Lo cierto es, que somos "ese" pueblo alemán.

Nota: De verdad que es solo una reflexión, que no pretendo culpar a nadie (o sí). De verdad que es solo que al fin he encontrado la respuesta a una de las grandes preguntas que me ha rondado siempre por la cabeza desde la adolescencia.
Nota 2: Me aterra pensar que dentro de cincuenta años, una adolescente me pregute: "¿Pero en serio nadie lo veía? ¿En serio nadie hizo nada? Pero si vosotros sí que lo veíais!" Y a mí se me ponga la cara colorada, y no sepa qué contestar.

viernes, 5 de febrero de 2016

La culpa de todo es de la tele



 Acabo de entrar (como cada mañana) en un portal de televisión, para ver un poco audiencias, y las noticias. No se por qué lo hago. Inercia, supongo.
Si ese portal refleja lo que es la televisión a día de hoy, o peor aún, si ese portal refleja lo que realmente le interesa al espectador de hoy, pues apañados vamos: prácticamente el 80% de la portada suele estar dedicada a los realities, y a las tontunadas que hacen sus protaginistas tanto dentro como fuera del plató.
Estaba yo pensando en esto con el primer café y el segundo cigarrillo cuando de repente se me encendió la bombilla: La culpa de todo es de la tele.
De repente entendí, o al menos justifiqué, por qué cojones de un tiempo a esta parte los españoles ya no nos soprendemos de nada, por qué permitimos con total pasividad el bochornoso panorama político que vivimos, las mentiras, los recortes, la corrupción, la indignidad de nuestros gobernantes, sus circos mediáticos...
Es que es un puto reality. Lo vivimos desde casa como un puto reality más. Igual es porque todo entra por la caja tonta y lo vemos todo desde la misma postura en el mismo sofá, pero el caso es que hemos confundido la realidad con la (¿cómo llamarlo: ¿ficción? ¿realidad guionizada?). Asistimos con las palomitas en una mano y el mando en la otra al espectáculo más decadente como si no fuera con nosotros, sin darnos cuenta de que, en realidad, somos los protagonistas. Con un solo clic saltamos del "hasta aquí" de Rajoy a la "bronca de Liz y Laura en la casa de GHVIP" como si fueran lo mismo.
Igual va siendo tiempo de apagar la tele, o al menos de tomar distancia y poner las cosas en su sitio. Igual va siendo tiempo de entender que nuestra vida, nuestro futuro, dependen directamente del circo político, y que nuestros problemas no se van a acabar simplemente haciendo zapping.
En fin. A un mes de tener o no Presidente, o de repetir las elecciones, o de sentar en el banquillo a Rajoy para hablar de los discos duros, y nosotros sin saber aún qué famoso será el próximo en entar en Gran Hermano Vip. 


Fascinante, ¿no?

domingo, 17 de enero de 2016

Persistencia



Ausencia reconstruida
en bucle
presencia alcanforada
en bucle.
Y el lazo como nudo.
Persistencia.
Permanencia
El charco como espejo
como cáliz
como forma de vida.
En bucle.
Cadena perpetua como cordón umbilical
Y tú
Siempre ahí
Enfermiza paciencia frente al charco
Ahorcando lo que fue
Aprisionado lo que será
Siempre tú
Siempre ahí
Siempre en bucle.

sábado, 16 de enero de 2016

La leyenda más triste


Cuentan que hace muchos años, tantos que el viejo olivo era apenas un retoño, vivió un hombre bueno y sabio, que tenía la fortuna de poseer el jardín más bello del mundo. Él se dedicaba con esmero y devoción a su cuidado, y éste le recompensaba creciendo cada vez más rico y variado en colores y aromas. Tantas y tan hermosas eran sus flores que provocaban la admiración de oriundos y forasteros, dando incluso fama a la aldea en que vivía. 
Un día, una de aquellas flores enfermó. No una flor de tantas, sino una de las más queridas por él. En su afán por salvarla, se dedicó a ella día y noche, con tanto mimo y entrega como solo un amante puede cuidar de su amada. Jamás se separó de su lado hasta que un día, al fin, su tierna flor empezó a recuperar la salud. 
Pero entoces ocurrió algo terrible: cuando, feliz y orgulloso miró alrededor, descubrió con terror, que todo su bello jardín había muerto. Tan obsesionado había estado por aquella única flor, que olvidó por completo el cuidado de las demás, dejándolas morir. Lloró y rabió, hasta que deseperado y consumido por el dolor y la culpa, él mismo murió de pena. No acaban aquí las desgracias de esta historia, pues como podéis imaginar, aquella flor tan querida y mimada, aquella que intentó salvar con devoción, pereció al cabo, al no tener a su dueño cerca para poder cuidarla.
 Con el tiempo todo se volvió malas hierbas y zarzas hostiles. Ya nadie visitaba el lugar. Y pasados muchos años y mil lluvias, incluso el nombre de la aldea cayó en el olvido...solo el viejo olivo lo recuerda, y sonríe con pena infinita.
Cuadro de Caspar David Friedrich

viernes, 15 de enero de 2016

"La historia tras la foto"



El camino del cole a casa era agradable. Tranquilo. Al vivir en una zona de casitas de pueblo y urbanizaciones, apartada de la ciudad y de las zonas turísticas, rara vez me cruzaba con alguien. Salvo este día.
Este día me topé con una pareja oriental, que tenía una hija de más o menos mi misma edad y complexión. No se en qué idioma me pararon y ocurrió esto que veis. Tal cual. Me preguntaron si podía posar para una foto junto a su niña, y después del clic, me pidieron que apuntara mi dirección en un papel para enviarme la foto por correo cuando estuvieran de vuelta en sun país. Y así ocurrió. Sin más.
Aún hoy, cuando veo esta foto, me pregunto a cuento de qué. ¿Les haría gracia retratar a una niña española? ¿Querrían hacer creer a sus familiares y amigos que su hija había hecho grandes amistades en el viaje? ¿Serían psicópatas que planeaban mi rapto y a última hora se arrepintieron? Y sobre todo: ¿habrá hoy en algún rincón de China, una tipa de 40 años que, cada vez que mira una foto, se pregunta quién cojones era aquella niña rubia y de uniforme?

No puedo evitar que mi imagión vuele buscando respuestas, señales, conexiones....
Qué cosas, la vida: la historia tras la foto es que, curiosamente, no hay historia...¿o sí?

sábado, 15 de agosto de 2015

Bea



Tiene treinta años. Casi. Los cumple en un par de semanas. Lo que pasa es que como su médico y el útero de su madre no se entendieron en el momento de su llegada a este mundo, su cerebro dejó de recibir oxígeno demasiado tiempo, así que en realidad, tiene una edad indefinida que ronda una eterna niñez.
En general es buena y tranquila. Cariñosa. Repite constantemente como una hazaña un chiste que se aprendió “Los champiñones no engordan, engorda el que se los come” y se ríe a carcajadas cada vez. A veces su mirada se va lejos. Pagaría por saber a dónde, aunque de tanto observarla he aprendido que eso ocurre cuando no termina de asimilar una nueva situación, o una palabra, o una simple mirada que, a su entender, no debió ser.
Como hoy, que le han dicho que dejara comer a Álvaro tranquilo y ella ha sentido, con una clarividencia digna de un Nobel, que su presencia molestaba. Y se ha sentido dolida y ofendida. Sobre todo muy dolida. Y ha empezado a gritar y a llorar preguntando que qué había hecho mal.
Y todos sabemos que cuando entra ahí es peligrosa, porque esa niña de edad indefinida me saca dos cabezas y es grande como un gigante, y tiene la fuerza de cinco adultos y tanta ira ira dentro como un huracán. Y todos sabemos que cuando esa ira va contra un niño hay que pararla como sea, pero cuando es contra un adulto simplemente hay que ayudarla a calmarse y respirar. Y todo sabemos, o igual unos menos, que no puede evitarlo, que la supera. Y pocos sabemos lo que es estar ahí, en el ojo de tu propio huracán.
Así que Mari se levanta y le dice llena de amor pero firmemente que si sigue así llamará a su padre y a su madre, y entonces ella grita un “NO” más desconsolado, pero agacha la cabeza y se agarra a la puerta. Y tan fuerte se agarra a la puerta que aunque no quiere articular ni una palabra más para que no nos enfademos, sus nudillos quedan blancos de tanto agarrarse a esa puerta. Y sus ojos anegados. Y su patinete tirado en mitad del camino porque aunque casi se va, se resiste a irse a casa, porque sabe que está mal ponerse así aunque no pueda evitarlo.
Y es entonces cuando nuestras miradas se cruzan sin querer. Sin querer porque a mí Bea me asusta entre otras cosas porque yo se lo que es estar así y me da miedo reconocerme en su espejo. Pero trago saliva, y aunque una parte de mí quiere seguir contando hormigas hasta que pase la tormenta, me levanto y voy hacia ella. Y le acaricio un brazo y le recojo el pelo de la cara mientras le ofrezco papel del baño para secar sus lágrimas. Y cuando al fin logra enfocarme me dice que sí. Y mientras le limpio las lágrimas y unos mocos que ya llegan a la barbilla, le digo que sus ojos son mucho más bonitos cuando no lloran. Y entonces sonríe. -Mírame a los ojos y respira conmigo- Pero no puede. Se ha quedado prendada de la cuchilla que llevo al cuello. -A los ojos, Bea, respira- Y aunque su mirada no se aparta del colgante, tanto que involuntariamente doy un paso atrás, al fin empieza a centrarse en su respiración, las lágrimas dejan de brotar, y los nudillos comienzan a tener color. Sin dejar de sonreirle y acariciarla en ningún momento le doy un vaso de agua, que agarra con dos manos temblorosas y bebe dócil.
-¿Qué es lo que más te gusta en el mundo, Bea? -No lo sé-responde con su voz arrastrada y nasal- no lo sé. -Algo habrá que te guste mucho -Los caramelos- Y entonces me mira firmemente y focalizando, y ya no hay rastro de lágrimas, y sonríe ilusionada imaginando caramelos, de nuevo muy lejos, pero en otra dirección -Los caramelos de cereza.
Y entonces la dejo sola. Absorta en sus cosas mientras bebe disciplinada su vaso de agua. A los poco minutos minutos la escucho decir -Ya está- Y efectivamente no queda rastro ni de la tormenta ni del vaso de agua.
No sé muy bien por qué escribo esto. He tenido la necesidad. Lo que sí sé es que todos necesitamos alguna vez el hilo de Ariadna para entrar en nuestro propio laberinto, y lograr salir de él.

miércoles, 10 de junio de 2015

Adiós, Encarna.



He llegado a casa, me he bebido un par o tres de cervezas, he quitado el rojo de las uñas que me ha acompañado durante un año, y me he cortado el pelo (a mí misma, sí, sin saber, sí).
Solo entonces he roto a llorar.
No es la primera vez, y confío en que no será la última, porque soy actriz. Actriz. Y eso significa que cuando tienes que llevar de la mano a un personaje que va a durar mucho en el tiempo, te ves obligada a desprenderte un poquito de ti misma para dejar pasar con generosidad a esa nueva alma que tendrás que vestir, porque las dos, por entero, no caben en este cuerpito de apenas 1´60 con cuarenta y cinco kilos de peso. Y lo haces, lo haces a cuchillo porque se lo merece, y tú también.
Y sin darte cuenta absorbes parte de su esencia, de la misma manera que le has regalado parte de la tuya. Y ocurre. Y esa convivencia de dos seres en un mismo cuerpo es de lo más normal...hasta que un día llega la última secuencia. Porque aunque sabes que tiene que ocurrir y de hecho quieres que ocurra, hay partes de tu cuerpo que ya no son capaces de existir sin esa otra.
Y llega el vacío, y el tener que ir desincrustando al personaje de la original, con cuidado, casi con la veneración de un arqueólogo re descubriendo a una reina olvidada y hundida en la tierra...y aun así yo soy yo, pero llevo conmigo diminutos guiños, pinceladas de todos aquellos personajes que fui. Me las he quedado para honrarlos. O porque he sido incapaz de desprenderme, que todo puede ser.
Hoy he dicho adiós a Encarna Lapiedra, pesonaje que he llevado de la mano durante un año en "Amar es para Siempre". Y con ella a compañeros del alma. Y con ellos a un equipo de ensueño...así que he llegado a casa, he bebido un par de cervezas o tres, he quitado el rojo de las uñas que me ha acompañado durante un año, y me he cortado el pelo...

lunes, 20 de abril de 2015

La historia del amor más puro



 Iban de la mano. Todo el rato. Y aunque había mucha más gente y ellos inteactuaban con todos, la dedicación y atenciones que se profesaban el uno al otro te hacían pensar que, en realidad, estaban solos en el mundo. De la mano. En algún momento Rodrigo cosiguió un helado mucho más grande que sus cabezas, un magnum blanco, que como es lógico, se iba deshaciendo en unos chorretones que le llegaban a la manguita remangada de su camisa azul. Demasiado helado para tan poco cuerpo. Entoces se detienen de su paseo y Rodrigo le muestra su tesoro a Lucas, y entiendo que este asiente, o algo, aunque yo no lo vea, porque Rodrigo le quita el chupete a Lucas y le enseña a degustar el manjar. Le explica por gestos que hay que chuparlo y que después puede darle un mordisco. Y Lucas lo entiende, y lo imita, y comienza a hacer lo propio mientras se le iluminan los ojos. Y se ríen a carcajadas los dos, mirándose a los ojos, mientras el mayor sostiene un chupete en una mano y un helado gigante como sus cabezas en la otra., y el pequeño llena toda su carita de crema. Y cuando Lucas ya no puede más de tanto dulzor, Rodrigo le vuelve a meter el chupete en la boca con suma delicadeza. Y se siguen riendo, y vuelven a entrelazar sus manitas. Y siguen paseando. Y entonces Rodrigo se pone a charlar con alguien y mientras, Lucas, le abraza la espalda y se la besa, feliz. Y vuelven a mirarse y vuelven a reír. Cómplices. Y yo estoy como hechizada por ellos. Cuánto amor, por Dios.
-¿Son hermanos?- le pregunto a Alba.
-No.
Y al poco me entero de que, de hecho, se acababan de conocer...o eso dicen sus padres. Porque esas almas estaban celebrando que al fin se habían vuelto a encontrar. No podía ser de otra manera.
Con apenas cinco y tres años, Rodrigo y Lucas me contaron la historia del amor más puro, y yo, cada vez que los pienso, sonrío, y sé que soy muy afortunada por haber asistido a ese reencuentro.

viernes, 27 de marzo de 2015

Cáctus y Pumba (mis viejitos)

 
Nacieron el mismo día y de la misma madre, y a pesar de ser los dos negros y de más o menos el mismo peso y tamaño, en el reparto de dones a ella le tocó la sagacidad, la astucia, y ese carácter suyo tan endiablado, y a él la nobleza, la sensibilidad, y el porte. Tan distintos eran aun siendo iguales que, para mayor ofensa de Cáctus, siempre me preguntaban si Pumba era su hijo. Así de guapo era. Así de guapo es. Llegaron a casa hace ya casi trece años, con apenas una semana de vida, todavía ciegos y con biberón. Trece años...Si bien ella ha sido una perra relativamente normal, saben la Virgen y los que me conocen que él ha sido siempre especial, muy especial. A lo largo de todos estos años Pumbita me ha dado más quebraderos de cabeza que alegrías, pobre, tan sensible, tan necesitado, tan frágil, mientras que Cáctus era mi cómplice, mi amiga, y la niña de los ojos de todos.
Mis viejitos.
Hoy hemos estado un buen rato en el jardín, disfrutando de esa paz que te regalan los primeros rayos del sol de una primavera que se hace de rogar, y los he estado observando un buen rato...qué mayores están, mis viejitos. Ella ya no camina, hace meses que sus patas traseras decidieron que hasta aquí. Pero no lo sufre. Va y viene, y juega, y explora, y defiende la puerta ante cualquier intruso, solo que arrastrado sus patitas a modo de estela. Con bastante agilidad, ojo. Los escalones son otro tema, es verdad, pero no llora quiejicosa, más bien te exige que la ayudes a subir: así ha sido siempre Cáctus, exigente. Hoy ha elegido la sombra de un arbusto y allí se ha echado la siesta. Siempre un poco distante, siempre independiente, pero siempre con la convicción de que estamos ahí y no le vamos a fallar. Pumbita no. Pumbita con el paso de los años se ha ido refugiando cada vez más en su mundito interior. Ya apenas oye, y paradójicamente esto le ha traído la tranquilidad que de joven nunca tuvo. A veces me mira con sus ojos muy abiertos, como canicas, y yo daría lo que sea por saber por dónde irá el hilo de sus pensamientos...pero bueno, es feliz así, y está en paz. Mientra su hermana dormitaba, él ha venido junto a mi hamaca, como siempre ha hecho. Mi pequeño guardián. Tiene más canas que dientes, porque toda una vida intentando escapar de todos lados a dentelladas le ha pasado factura. Pero esto él no lo sabe. Y ahí se queda, alerta, olfateando el aire, que vete tú a saber qué le llega, y enseñando lo que él cree que son dientes a cualquier cosa que pueda perturbar mi descanso. Fiel.
Diez vidas más que viviera, diez vidas que quisiera tenerles a mi lado. Mis viejitos. Mis niños. Mis compañeros. No sé cuánto nos queda juntos de camino, pero no soy tonta, sé que ya no mucho. Por eso cada día me despierto agradecida porque nos hayamos podido encontrar, y le pido al Universo que cuando ya no estemos ninguno aquí, nos permita reencontrarnos allá, donde sea. Porque nunca nadie me ha amado tanto como mis dos viejitos, y yo tampoco sabía que se pudiera amar así.

viernes, 23 de enero de 2015

Pilar (crónica de un encuentro surreal)




Entré en el veterinario acelerada porque a los cinco minutos tenía que recoger el coche del taller. Si me daba prisa llegaba, porque, total, solo tenía que comprar un medicamento. La doctora estaba hablando por teléfono con voz grave y con la puerta de la consulta entreabierta.
Puta puerta.
Entoces lo vi. O mejor dicho, tras dos décimas de segundo, la imagen se completó en mi cabeza cuando yo ya estaba de espaldas, con los ojos cerrados, y las manos tapando mi cara. Las imágenes a veces entran demasiado rápido por la retina. Lo que en algún lugar de mi cerebro fantasioso era un peluche sucio, era un perro muerto cubierto de sangre. Su boca abierta y esa ausencia de alma que hacen que no reconozcas a un ser que una vez estuvo vivo me recordó a la abuela Ofelia, o a Teresa, o a Sergi. Es increible lo que puede hacer la ausencia de vida en un cuerpo.
 "Sí, vengan a buscarlo cuanto antes, les espero" dijo la veterinaria mirándome por primera vez. Justo entoces, frente a mí, se abrió otra puerta (entiendo que la del baño) y una mujer apareció llorando a lágrima viva, mientras el perro que la acompañaba se acercaba a mi con aire de perdido. Cruzamos las miradas, giré la cabeza para volver a mirar al perro muerto de la camilla, e inmediatamente comprendí..."Lo siento. Lo siento muchísimo, de verdad" fue lo único que pude decir mientras ella negaba con la cabeza, secándose las lágrimas con las manos. La voz de la veterinaria me sacó de mi error: "Ha sido un atropello, llegó ya muerto a la consulta y ni siquiera tiene chip" me soltó de forma aclaratoria. Fueron las últimas palabras "ni siquiera tiene chip" lo que provocó un nuevo y mucho más fuerte llanto de la mujer. Entonces me fijé mejor en ella...en todo...sus manos, la ropa, el suelo....todo estaba salpicado de sangre.
 Nuestras miradas se volvieron a cruzar mientras seguía sollozando con fuerza, y entoces hice lo único que me pareció que tenía sentido en aquel sin sentido: la abracé. La abracé y ella se terminó de derrumbar en mi abrazo, como si quisiera quedarse allí a vivir. Estuvimos así varios segundos, su pecho desconocido convulsionando contra el mío mientras yo acariciaba su espalda susurrando "Shhhhhh....." hasta que la veterinaria dijo "Ya está Pilar, ya está". Pilar, se llamaba. 
Se separó de mí, me miro con unos ojos azules muy abiertos y llenos de dolor y vergüenza, volvió a fijarse en sus manos y se metió de nuevo el baño. No la volví a ver. 
Me giré, y tras una breve y eterna pausa le pedí a la veterinaria la pomada para Cáctus. Mientras pagaba, intentó explicarme cómo se debía poner la pomada correctamente pero, ni ella lo estaba diciendo, ni yo la estaba escuchando. Le di las gracias y me fui. 
 Tampoco volví a mirar a aquella puerta entreabierta.