– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

viernes, 15 de septiembre de 2017

"De ruvias, mensajes y el Universo (a tru estori)"


Subía por Atocha con paso ligero, pensando en las cosas del amor, y pidiéndole una pista al Universo, cuando de repente se me acercó un indigente-yonki-alcoholizado de edad indefinida, con la ropa hecha jirones, apestando a vino malo y  un móvil en la mano.
- Me puedes ayudar?-dijo extendiendo el brazo y poniendo el móvil a la altura de mí cara.
Miré a mi alrededor buscando posibles cómplices de un robo, pero no: distintos transeúntes subían y bajaban la calle ajenos a nuestra presencia.
-Claro -respondí intentando que no se me notara la nariz arrugada a causa de sus efluvios- Qué te pasa?
-Tú entiendes el wasap?
-Cómo?
- Que si sabes escribir en esto del wasap.
-Sí, claro - le contesté sin entender muy bien hacia dónde iba todo aquello.
- Me puedes escribir un mensaje?
Durante una delirante fracción de segundo se me pasó por la cabeza que quería que yo escribiera un mensaje desde mi móvil al suyo, pero hasta una ruvia puede entender solita que eso no tenía putosentido.
 Volví a mirar alrededor, y efectivamente seguíamos sin pruebas de que aquello fuera una encerrona.
Cogí su móvil, uno de esos muy muy viejos con el teclado super pequeñito. Negro.
- Dime.
Se acercó un poquito más, como para que sólo yo pudiera escucharle:
-"Daría mi vida entera por ti. A muerte. Te amo, mil besos".
Me quedé unos segundos estática, y esta vez sí giré la cabeza descaradamente buscando una respuesta, un amigo riéndose, una cámara oculta, o un dios o ALGO. Pero no. Sólo viandantes anónimos.
Nos miramos fijamente a los ojos y asintió con la cabeza. Lo repitió.
-"Daría mi vida entera por ti. A muerte. Te amo, mil besos".
Lo escribí con dedos torpes y temblorosos.
-Ya está - le dije devolviéndole el móvil .
Nos volvimos a mirar. Y esta vez sus ojos brillaban de una manera que nada tenía que ver con sus problemas hepáticos. Sonrió como un niño y yo le devolví la sonrisa. Asintió de nuevo vagamente. Y dándome una ligera caricia en el brazo se despidió:
-Gracias, rubia.
Desapareció calle abajo y yo continúe Atocha arriba.
A la altura de la farmacia del globo me detuve en el paso de cebra, miré al cielo, y solté una carcajada.
Nota: por favor, estad atentos, porque puede que en estos días se os acerque alguien por la calle y os pregunte:
-Perdona, sabes leer un wasap?