– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

viernes, 15 de septiembre de 2017

Piel de cristal



"PIEL DE CRISTAL"
Con cinco años mi madre me llevó a un puerto, y cuál fue su sorpresa cuando me puse a llorar sin consuelo: no podía soportar ver a esos peces boqueando, agonizantes.
Con siete años nos llevaron a Desi (creo que se llamaba así, la hija de unos amigos de mis padres varios años menor que yo) y a mí al practicante. Ella estaba aterrada y no paraba de llorar, así  que mientras me pinchaban yo me reía para que viera que no pasaba nada.
Con nueve mis padres y yo fuimos al cine a ver “El retorno del Jedi”: los veinte kilómetros que separaban el cine de mi casa los hice llorando amargamente por lo triste que me parecía que, cuando al fin Darth Vader se hacía bueno, tuviera que morir.
Con once, más de una noche acabé durmiendo con TODOS los peluches en la cama, porque no soportaba la idea de que alguno de ellos se sintiera desplazado o que lo quería menos que a los demás.
A los trece años me sentí la persona más rastrera del planeta porque vinieron a buscar a un perro vagabundo los de la perrera, y como confiaba especialmente en mí, fui la que la que le llamó y lo llevó hasta la furgo. Ojo, por aquel entonces no sabía cómo acabaría, pero sí que no lo íbamos a ver más. Todavía no lo he superado.
A los veinte una amiga y yo bautizamos este continuo padecer mío  por el sufrimiento ajeno como “La Pena Negra”: en esa temporada los kurdos o el simple hecho de que una helada quemara las yemas nuevas de los árboles me afectaban sobremanera.
Y bla bla bla, así hasta la fecha.
Así en general, en lo que viene siendo el día a día, hay olores (o incluso el hecho de pensar en esos olores, ojo que esto es muy loco) que me hacen vomitar.
 Conducir de noche es un suplicio porque las farolas me deslumbran. Los sonidos muy graves, como ciertos motores de construcción o de ascensores, me bajan la tensión.
Me bastan los diez primeros segundos de una melodía que me transporte a un estadio emocional,  para que me transporte a ese estadio emocional, con total independencia de lo que esté haciendo en ese momento.
Cuando estoy con mucha gente y hay bullicio me aturdo. Mucho. Y entonces no sé muy bien dónde situarme,  por lo que las más de las veces me paso un buen rato en tierra de nadie, y prácticamente siempre me tengo que escabullir un rato para estar a solas conmigo.
También, en conversaciones de esas de más de diez personas, a veces puede parecer que desconecto, y de hecho, de la conversación propiamente dicho es así, pero porque no puedo evitar poner el foco en actitudes, gestos, miradas…quedo atrapada en los subtextos.
Nunca he encajado con facilidad en grupos, y aunque a veces estoy deseando hacerlo, entre otras cosas porque paradójicamente soy de manada y forma parte de mi naturaleza cuidar de lo que me rodea, el caso es que no encajo. Soy, pese a esta “terrible necesidad de amar y ser amada” (frase de Audrey Hepburn), un animal solitario dentro del clan.
Me ha costado muchos años entender que no era ni soy un bicho raro, que no exageraba,  ni era cuentista, ni estaba loca pese a ver el mundo distinto del resto, ni mucho menos, que fuera peor que los demás.
Me llamo Laura Domínguez y soy, simple y llanamente, P.A.S. “Persona Altamente Sensible”
Nota:  os dejo un link para que podáis leer más sobre las P.A.S.
https://www.asociacionpas.org/

Imaginarte


Me gusta imaginarte.
Me gusta imaginarte haciendo lo que haces,
o haciendo nada, quién sabe...solo siendo tú.
Me gusta casi más que tenerte,
si es que se puede tener a alguien,
que qué extraño concepto, ¿no?
Me gusta saber que te gusta imaginarme
haciendo lo que hago,
o haciendo nada, quién sabe...solo siendo yo.
Y me gusta, sobre todo,
cuando nos ocurre a la vez:
Lo sé por esta sonrisa que se me sale suave,
y que sé que a ti también.
Sin más.


y que mirándome a los ojos
te salga casi si querer:
"Te quiero, y quiero que te cases
conmigo
y que pasemos juntos toda una
eternidad.
Porque tu ya sabes que yo no creo
en esas cosas,
pero a tu lado
vale la pena imaginarlas..."

Déjame entrar


Déjame entrar,
que fuiste tú quien me buscó
con tus alas azules
y tú ansia de vida,
que fuiste tú quien me llamó
y yo te escuché mientras dormía
y desperté.
Por eso estoy en tu puerta,
con los pies desnudos,
y mis manos en forma de  cuenco
te traen mil lágrimas
para que las llores,
y mi pelo alborotado
te trae mil risas
para que las rías.
¡Déjame entrar!
que fuiste tú quien me encontró
por eso estoy en tu puerta,
y ya es de día.

                                                                                                                             15-02-2017

Quiero


No quiero tu sombra porque soy luz.
No puedo ser la almohada de tus sueños
porque yo también quiero soñar.
No quiero ser  el lienzo en que pintes,
ni el mejor de tus poemas,
ni las alas que te eleven,
ni el reflejo de tu espejo.
Soy mi propio lienzo,
mi mejor historia.
Tengo mis alas.
Soy mi reflejo.
Y aún así,
si tú quieres, si tu puedes…
Lo que sí quiero es ir de la mano
sin meta,
simplemente andando el camino.
Lo que sí puedo
es ser
 la musa que te inspire,
la mejor de tus sonrisas,
tu gemido más hondo,
la paz de una caricia
Y tu cómplice más  fiel.
Lo que sí quiero
es desplegar mis alas y volar
sintiendo cómo  vuelas a mi lado.
Que será el tuyo.
El nuestro.
Lo que sí  quiero
y lo que sí  puedo,
es ser y estar
mientras ocurra eso que ocurre cuando nos miramos.

"De ruvias y Hacienda (a tru estori)"


-Hola, vengo porque tengo un problema y espero que me pueda ayudar a solucionarlo.
-Lo sé, es por la deuda de (...)
Yo, que apenas acababa de sentarme, le miré boquiabierta e incluso ilusionada, como si al fin me hubiera encontrado con un XMEN de nivel 3.
-¿Pero usted cómo lo sabe?
-¿Cómo?
-Que cómo puede saber quién soy y la cifra exacta!
Me miró unos segundos en silencio, miró a mi amiga, y tras comprobar por nuestras caras que no estábamos tomándole el pelo, respondió lacónicamente:
-Por el DNI, tengo sus datos aquí- dijo señalando la pantalla de su ordenador.
Esta vez me tocó  a mí clavarle la mirada unos instantes, dejándole muy clarito que no me la colaba, que los dos sabíamos que yo no le había dado mi DNI.
Volvió a respirar tranquilo contemplando ya con algo de ternura a las dos ruvias que tenía delante.
-Abajo, cuando has cogido el número, has introducido tu DNI.
-Ahhhh, claro!-se me escapó con una sonrisa radiante.
Tras lo cuál, cómo no, mantuvo el resto de la conversación como si tratara con una criatura de cinco años.
Con la otra ruvita.

"De ruvias y animalillos de campo (a tru estori)"


Hola, qué  tal? Anteanoche le puse la cena a Pumba como cada noche, es decir, cogí su plato del porche, lo llené  de sus croquetas secas que guardo en el porche, y se lo metí  en el salón  para que cenara más  cómodo y calentito. 
Todo formaba parte de la rutina habitual cuando de repente veo que tiene problemas para acabar porque en mitad del plato y rodeando toda su comida, estaba lo que se me antojó mi guante de crin, el de exfoliar,  vaya. Me acerqué a sacar el guante del plato mientras me preguntaba qué mierda hacía ahí, cuando descubro casi al cogerlo, que era un puto ratón. Un ratón muerto. Pumba seguía comiendo sin inmutarse, como si el cadáver del ratón  fuera, de hecho, mi guante. Bueno, miento, lo medio apartaba con el morro para coger los crispis que quedaban debajo. 
Entre la penita, el asco, y sobre todo la sorpresa (qué cojones...cómo diantres...) cogí una servilleta de papel, levanté al ratón por su colita (sí, estaba muerto, absurdamente despeluchado pero muerto aunque sin aparentes signos de violencia), y mientras Pumba seguía cenando COMO SI NADA DE ÉSTO FUERA CON ÉL, lo saqué al jardín y lo lancé con todas mis fuerzas al descampado de al lado para que otro animal siguiera con el ciclo de la vida. O eso intenté, porque como era de noche y mi puntería,  a qué negarlo, no es mi fuerte,  lo que hice fue estampar al pobre ratón  (con todas mis fuerzas, insisto) contra una enorme piedra de granito.
Tras el sonido seco del impacto me llevé las manos a la boca rezando porque efectivamente estuviera muerto y no haciéndose el muerto (lo hacen  a veces como método de defensa), y tras ese fugaz pensamiento aparté mis manos de la boca rezando porque no tuviera ninguna enfermedad que yo estuviera esparciendo por mi cara. 
A la mañana siguiente volví al lugar de mi crimen y allí estaba el pobre,  hecho un poquito puré. En realidad mi falta de puntería fue una suerte porque el descampado de al lado no era otra cosa que la casa del vecino, y creo que no está  muy bien visto ir lanzando ratones muertos a tus vecinos. Así  que lo volví  a coger por su colita y lo dejé entre otras rocas junto a la valla y ahora  ya sí,  que la naturaleza siga  su curso...pero sigo con un montón de dudas: ¿Estaba el ratón muerto en el plato y yo no vi? ¿En serio? ¿Estaba muerto en el saco de pienso y, (de nuevo) yo no lo vi? Con lo que, ¿debería revisar todo el saco de pienso o incluso tirarlo? ¿Lo mató Pumba según le entregué el plato? ¿Se hacía el muerto y yo le regalé la peor de las muertes? ¿Era necesario toquetearme la boca tras tocarlo? Y sobre todas las cosas: ¿por qué tengo esta puntería de mierda?
Y vosotros, ¿qué tal? ¿Cómo son vuestras vidas sin ser ruvias de campo? Felices? Que tengáis un buen viernes.

"De ruvias y gasolineras (a tru estori)"


Os alegrará saber que creo esta vez sí: me he superado como ruvia dejando el listón muy alto:
Yo: Hola, buenas tardes, acabo de poner 20 euros.
Él: ¿Surtidor 3?
Yo: Sí.
Breve pausa.
Yo: ¿Cuánto es?
El: (dudando) ¿Surtidor 3?
Yo: (dudando también) Sí...
Él: (con más miedo de vergüenza, como si fuera una pregunta trampa) ¿20 euros?
Yo: Ah, claro...
Dedicado a la otra ruvita... miss u,  mi amor.

"De ruvias, mensajes y el Universo (a tru estori)"


Subía por Atocha con paso ligero, pensando en las cosas del amor, y pidiéndole una pista al Universo, cuando de repente se me acercó un indigente-yonki-alcoholizado de edad indefinida, con la ropa hecha jirones, apestando a vino malo y  un móvil en la mano.
- Me puedes ayudar?-dijo extendiendo el brazo y poniendo el móvil a la altura de mí cara.
Miré a mi alrededor buscando posibles cómplices de un robo, pero no: distintos transeúntes subían y bajaban la calle ajenos a nuestra presencia.
-Claro -respondí intentando que no se me notara la nariz arrugada a causa de sus efluvios- Qué te pasa?
-Tú entiendes el wasap?
-Cómo?
- Que si sabes escribir en esto del wasap.
-Sí, claro - le contesté sin entender muy bien hacia dónde iba todo aquello.
- Me puedes escribir un mensaje?
Durante una delirante fracción de segundo se me pasó por la cabeza que quería que yo escribiera un mensaje desde mi móvil al suyo, pero hasta una ruvia puede entender solita que eso no tenía putosentido.
 Volví a mirar alrededor, y efectivamente seguíamos sin pruebas de que aquello fuera una encerrona.
Cogí su móvil, uno de esos muy muy viejos con el teclado super pequeñito. Negro.
- Dime.
Se acercó un poquito más, como para que sólo yo pudiera escucharle:
-"Daría mi vida entera por ti. A muerte. Te amo, mil besos".
Me quedé unos segundos estática, y esta vez sí giré la cabeza descaradamente buscando una respuesta, un amigo riéndose, una cámara oculta, o un dios o ALGO. Pero no. Sólo viandantes anónimos.
Nos miramos fijamente a los ojos y asintió con la cabeza. Lo repitió.
-"Daría mi vida entera por ti. A muerte. Te amo, mil besos".
Lo escribí con dedos torpes y temblorosos.
-Ya está - le dije devolviéndole el móvil .
Nos volvimos a mirar. Y esta vez sus ojos brillaban de una manera que nada tenía que ver con sus problemas hepáticos. Sonrió como un niño y yo le devolví la sonrisa. Asintió de nuevo vagamente. Y dándome una ligera caricia en el brazo se despidió:
-Gracias, rubia.
Desapareció calle abajo y yo continúe Atocha arriba.
A la altura de la farmacia del globo me detuve en el paso de cebra, miré al cielo, y solté una carcajada.
Nota: por favor, estad atentos, porque puede que en estos días se os acerque alguien por la calle y os pregunte:
-Perdona, sabes leer un wasap?

"De ruvias y animales salvajes (a tru estori)"


Hola, qué tal? Me iba a lavar los dientes (hablo de hace escasos cinco minutos) cuando por el sumidero del lavamanos ha empezado a salir y reptar hacia mí una jodida escolopendra del tamaño de un naipe. Sin guantes, semidesnuda y descalza, entendí que las probabilidades de ganarle la batalla eran cuando menos jodidas, pero ahí no la podía dejar. Con mucho cuidado y más prisa abrí el grifo a toda potencia para que se fuera sumidero abajo.  Pero no, se mantenía justo en la mitad, medio ahogada y luchando por salir. Sentí lástima por ella, así que me decidí por un método más radical ( y el que más  a mano tenía, ojo ): lejía. Fue peor el remedio que la enfermedad porque lejos de tener la muerte rápida que yo había imaginado, se llenó de furia y con más fuerza aún luchó  para salir de ahí...hasta que vencida, desapareció por el puto sumidero.
Os acordáis de "Alien"? Pues exacto. Cuando cerré el grifo y cogí el cepillo de dientes, reapareció, y está vez mucho más  ágil, y está vez entera, y esta vez sí que entré en pánico.   Fui corriendo a la cocina, cogí el cuchillo más grande que vi y arremetī contra ella...no es fácil...lo conseguí  a la cuarta. Después,  al fin, desapareció junto al agua.
Y vosotros qué, bien?

"De ruvias, coches y grua (a tru estori)"


Creo que necesitamos unos antecedentes y unos precedentes para poder entender lo de ayer:
Estos últimos meses están siendo…cómo decirlo? Un poquito bastante jodidamente complicados para mí, supongo que es algo que no se os escapa. No tanto porque me dedique a contar públicamente mis problemas (cosa que tampoco haré en esta ocasión), sino por mi necesidad de expresar los sentimientos y emociones que me provocan tales problemas. El que haya leído mis últimas canciones, poemas, e incluso visto las fotos sabrá de lo que hablo sin ser Sherlock Holmes…y el que no…pues oye, pues…que tampoco pasa nada.
El caso es que ayer bajé a Madrid a intentar solucionar unas cosas, y ya de paso, a quedar con un buen amigo.
La mañana fue durita, a qué decir lo contario: me perdí con el coche como solo una ruvia puede perderse, con actitud, con ganas, con profesionalidad….y en los dos trayectos, además.
En el primero, y TRAS 45 MINUTOS DANDO VUELTAS POR DONDE CRISTO PERDIÓ EL MECHERO Y DEJÓ DE FUMAR POR NO IR A BUSCARLO, Y ESCUCHANDO AL PUTO GPS, QUE SI ESO NO ES UN INVENTO DEL DIABLO YO YA NO SE, tuve que parar a un taxista y rogarle al borde del ataque de ansiedad (no tanto por llegar tarde a la entrevista sino por tener que asumirme tan rematadamente lerda), que me guiara. Estaba a cinco calles. Cinco putas calles, no es una forma de hablar.
El segundo trayecto (ir a casa de mi amigo en la otra punta de la ciudad) lo hice relativamente bien y además sin prisas, cuando llegué a la zona hice los giros y regiros tal y como los recordaba…sólo que estaba en la cuadrícula equivocada del Retiro. Así que vuelta a empezar. A todo esto, Madrid, agosto, 13:20p.m y mi estúpida manía de conducir con los cristales bajados porque me siento más atenta.
Cómo sonaría mi voz al llamarle para decirle que me rendía y que volvía a casa sin verle, para que me dijera “Dime en qué calle estás, pon el manos libres, y yo te traigo desde el google maps de mi ordenador dándote todas las indicaciones, pero ven, va”.
Funcionó.
La bonita sorpresa es que no estaba sólo, otro buen amigo estaba con él. En cuestión de cinco minutos la reunión se convirtió en una suerte de…¿intervención? ¿sabéis lo que es una intervención? Pues eso. Y también funcionó: sabias palabras, grandes consejos y sobre todo, hacerme ver que ni era tan torpe, ni tan débil,  ni tan incapaz ni estaba tan noqueada como yo sentía. Estaba haciendo cosas, más de las que podía ver, para salir del atolladero. Es verdad que un momento dado casi lloro, pero no.
-No voy a llorar- les dije.
-Pero si ya estás llorando- me respondió Nach.
Aprovecho la ocasión para comentarte, Nach,  que NO lloraba, sólo estaba trémula.
Salí de allí de bastante mejor humor, más fuerte, y sintiéndome algo más capaz de todo. De hecho, qué cojones: a mi lado Erin Brockovich era una jodida principiante.
Cogí el coche y pese al calor, a los atascos, y a los infinitos cortes por obras en las distintas vías de salida de la ciudad que conocía, logré acceder a la carretera de Castilla sin problemas.
Iba yo pensando en que quería escribir a Nach para darle de nuevo las gracias y para decirle que tiene como muy pocos el don de ejercer de trankimazin para mi alma, iba yo pensando en que qué más podía ocurrir, que de aquí hacía arriba, Laura, coño, que claro que puedes,  cuando ocurrió.
Pam.
Sonó no tanto como un disparo, sino como cuando pinchas un globo. En apenas unas décimas de segundo perdí el control del coche, y hasta varios segundos después no lo recuperé.
Acababa de reventar una rueda.
Quisieron los hados que ni hubiera nadie a mi alrededor. Bueno, los hados y que un día de entresemana de agosto a las tres y media de la tarde, no están en la carretera ni Blas ni Perry.
El caso es que los segundos que tardé en hacerme con el control, el coche fue dando bandazos entre los dos carriles, así  que sí: si hubiera habido otro coche, lo más  probable es que este post lo estaría escribiendo cualquier otro por mí.
¡Qué susto habrás pasado!!!!, pensaréis.
No. Ni de coña. Os lo juro.  Lo único que piensas (o que pensé yo) es que tienes que estabilizar el volante, poner los warning, frenar despacio y apartarte cuanto antes hacía el arcén.
Así  lo hice.
Una vez allí y tras comprobar que el neumático delantero derecho era plastilina deforme y que la llanta estaba totalmente en el suelo, intenté con más miedo que vergüenza cambiar la rueda yo misma, pero no lograba recordar cómo se sacaba la rueda de repuesto (de hecho ni dónde mierda tenía el chaleco reflectante, que lo encontré veinte minutos más tarde en un compartimento de la puerta del conductor que también había olvidado que tenía).
-No pasa nada- me dije- para eso está el seguro!
Efectivamente llamé y una amable señorita me confirmó que un ratito estaría allí el de la grúa , cambiaría la rueda, y aquí paz y después gloria.
Cuarenta y cinco minutos, tardó. Cuarenta y cinco.
Cuarenta y cinco minutos de un día de agosto a las cuatro de la tarde. Sin haber comido. Sin agua. Sin una sombra. Abrasándote la cara y los hombros mientras sudas como un puto pollo asado metida dentro de un puto chaleco reflectante que te queda tan grande que de hecho es un puto vestido.
Cuando al fin llegó estaba tan agotada (de hecho incluso mareada) que casi no podía hablarle. Pero le sonreí.  -Ves?- pensé - solo ha sido un bache, en diez minutitos podrás irte a casa con tu maravillosa nueva autoestima.
-Dónde tienes la llave de seguridad? Porque dentro de la rueda de repuesto no la tienes. Debe estar en la guantera – sonó una voz de detrás del coche con un muy leve acento rumano.
-Qué? Qué llave?
- La de seguridad, la debes tener en la guantera.
Corrí a la guantera solo para constatar lo que ya sabía: allí no había más que papeles.
-No hay nada.
-Pues busca en otros compartimentos del coche porque aquí no está.
No me quedó más remedio que evidenciar mi ignorancia y de paso humillar bien a todas las feministas del mundo preguntando:
-Me podrías decir qué estoy buscando? Cómo es la llave? Qué forma tiene?
Me lo explicó, y aunque no lo entendí  ( y sigo sin puto entenderlo, ojo, que  sigo sin haber visto una), busqué por todos lados. Nada.
-No puedo cambiar la rueda, Tengo que remolcarte a un taller y que allí la revienten para poder cambiarla. Yo que tú reventaría las cuatro y pondría tuercas normales.
Hasta yo, y en ese estado, comprendí algo: que eso no lo cubriría el seguro. Más dinero…
-Qué taller? Yo no tengo taller. Apenas llevo dos meses con coche!
Llamé al amigo (familia, más bien) que me ayudó a comprar el coche y me dijo dos cosas: que buscara por el suelo porque al mover la rueda lo más probable es que se hubiera caído la dichosa llave, y que si no, su taller de confianza estaba en Villalba, que fuera allí y dijera que iba de su parte.
Busqué de rodillas por toda la zona, ignorando un asfalto a, no sé,  250 grados?
De repente encontré algo junto al quitamiedos y se lo mostré triunfal con el brazo extendido hacía su cara.
-Lo encontré!!!!
-Eso es sólo una tuerca – contestó con infinita ternura.
Remolcó el coche, cogí mis cosas de dentro (por ese orden, sí), y nos metimos en la grúa camino a Villalba.
Fue entonces, viéndome empapada en sudor, sedienta, absurdamente despeinada, sucia como en un mal anuncio de detergente, con un chaleco amarillo fosforito más  grande que yo y dentro de una grúa roja, cuando rompí a llorar.
Rompí  a llorar como nunca, como saliendo del útero materno. Rompí a llorar sin sentido ni consuelo. Rompí a llorar todos estos meses.
-Pero qué te pasa, por qué lloras? No es tan grave, mujer!
-POR TODO! LLORO POR TODO!
A voz en cuello, claro. Toda esta conversación fue a voz en cuello porque el muchacho llevaba una grúa del año de la polca sin aire acondicionado, por lo que íbamos con las ventanillas bajadas y un ruido y un viento que nos impedía hablar normal.
Él preguntaba y yo  contestaba como si hubiera bebido el suero de la verdad, y enrabietada como una niña de cinco años a la que le hubieran quitado un frigopié.
Tras varias intentonas ridículas de liar un cigarrillo con ese aire, me ofreció del suyo, y tras varios minutos de silencio, me miró y soltó:
-A MÍ SE ME HA MUERTO UN HIJO HACE POCO. BUENO, NO LLEGÓ A NACER, ESTÁBAMOS DE OCHO MESES.
Volví a llorar más fuerte aún si cabe.
- QUÉ??? NO LO SABÍA! LO SIENTO, DE VERDAD! (Quiero remarcar el absurdo de decirle a un perfecto desconocido  “No lo sabía”  porque sí,  lo dije).
Le tocó su turno para contarme sus cosas. Le escuché bien atenta hasta que concluyó:
-DE TODO SE SALE, MUJER, MENOS DE LA MUERTE.
Llegando a Villaba me di cuenta de que nunca había montado en grúa y de lo mucho que molaba.
Cuando al fin aparcamos en el taller nos estábamos riendo de no sé qué tontería.
Descargó el coche, firmé los papeles, nos sonreimos y se fue.
No sé ni cómo se llama.

"De ruvias, pan de molde y capitalismo (a tru estori)"


El caso es que esta vez sí que tenía una lista, lo que pasa es que me la había olvidado en casa. De ahí que fuera por el super sin orden ni concierto, deteniéndome en cada sección un buen rato, a ver si así algún producto se hacía cargo de mi incapacidad, y saltaba de motu propio a la cesta. Tres cosas eran seguras: pan de molde, un pollo y un melón....y así lo hice, y en ese orden: pan de molde, un pollo y un melón. El resto vino solo, aunque de forma caótica, según aparecían en mi memoria. Tan pronto  cogía dos pimientos como pillaba un brick de leche o volvía a los tomates pasando por la cerveza. ¡Jamón de York! Me dirigí pletórica a la charcutería y pedí 200 gramos de jamón de York sin sulfitos, sin sulfatos, sin colorantes, y pa'mí que sin cerdo, pero ese es otro tema.
Fue mientras esperaba a que lo cortaran cuando me si cuenta.
El pan de molde estaba debajo de un pollo, un melón, doce latas de cerveza, un kilo de tomates, un brick de leche, unos plátanos, pimientos, rabanitos, un litro de zumo detox, y demás frutas y verduras varias.
Me arrodillé allí mismo, ante el mostrador de la charcutería, y empecé  a sacar y desparramar toda la compra por el suelo del super con la urgente misión de salvar al pan de molde, o lo que pudiera quedar de él.
 Os acordáis de la madre de Carol Anne cuando intenta desesperadamente rescatarla del fondo de la piscina enlodada por la lluvia y rodeada de cadáveres en Poltergeist? Pues lo mismo.
Os podéis  imaginar lo que encontré. Aquello no tenía solución .
Mientras la charcutera seguía cortando (no sin dejar de mirarme de reojo), cogí  el amasijo informe de lo que unos minutos antes era un precioso pan Bimbo integral sin corteza, y volví a la zona de panes para cambiarlo por uno en perfecto estado....y entonces, a mitad de camino, me cayó la ficha.
Si colocaba ese pan roto en su estante, con toda probabilidad nadie lo cogería, por lo que lo más seguro es que esa misma noche lo desecharan. La comida que se desecha en los super no va a comedores sociales ni a ONGs, casi siempre se tira. Con la de hambre que hay en el mundo. Puta sociedad de consumo. Puto capitalismo...Y así con todo, no arreglamos nada, lo tiramos y a otra cosa.
Qué cojones le pasaba a ese pan? Nada. Estética.
Y yo? Yo que tanto reniego y tanto me quejo, estaba haciendo lo mismo. Parte del juego, parte del sistema. No es con el ejemplo con lo que hay que predicar? No hay que ser coherente y consecuente con uno aunque a veces joda?
Intenté como buenamente pude devolver el pan a su forma original con las manos. No quedó perfecto, pero me dio igual, al fin y al cabo jamás en mi vida he podido meterme una rebanada de pan de molde entera en la boca.
Por supuesto lo compré.
Según subí al coche me empecé a reír de mí misma y me asaltó la duda: ¿ he colaborado con un granito de arena, o simplemente soy una ruvia absurdamente tonta?

jueves, 14 de septiembre de 2017

November


Trascender en tu mirada
cuando el Universo nos sonríe con un vendaval.
Y reconocerme al fin por unos instantes.
Eterna.
Inmortal.
Abrazando sin miedo mis miedos,
que son los tuyos.
Y de repente las alas,
tan abiertas.
Yo.
Tan viva.
Y de repente tú.
Infinito.
La cuadratura del círculo
entre hilos rojos.
Y un "te quiero" inesperado.
Y la felicidad de que mientras escribo esto
empieza a llover
emborronando la tinta,
haciéndola aún más bella,
dándole aún más sentido a estas palabras.
De fondo, Max Richter.

https://youtu.be/2Bb0k9HgQxc
Nota: me senté a escribir otra cosa, pero ocurrió esto.
Nota 2: al que quiera leerlo, le recomiendo humildemente que lo haga mientras escucha este tema, porque es lo que lo inspiró.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Piedra, papel o tijera


Piedra, papel o tijera,
el que va a cambiar el mundo
ni está
ni se le espera.
Si multiplico lo que siento por lo que digo
me contradigo,
y me divido en mil pedazos que quieren saltar al vacío
sin red,
sin ilusión,
amordazando a mi sexto sentido
a cambio de nada
de todo
no busques la X en la ecuación.
X soy yo.
Y Dios.
Esta ingravidez emocional
de no sentir,
de no apostar,
de no jugar a ganar...
Que pena de alas.
Pa no volar.
Tú por tu lado y yo por el mío,
y los dos cogemos el mismo camino.
Te inoculé con mi leche
las ansias de despertar y ahora me vienes
con qué,
me vienes,
de qué,
me vienes...
a qué me vienes...
Que no te enteras:
no has llegado a este mundo pa contemplar
ni pa ser domesticado
arando las tierras de otro como un buey más.
Lucha,
ten cojones,
olvídate de todas las convenciones.
Pega duro, araña, aúlla,
comulga con sangre,
la mía y la tuya.
Piedra, papel o tijera,
el que va a cambiar el mundo
ni está ni se le espera.

martes, 12 de septiembre de 2017

Mentira


Y ahora qué,
Con todo dado.
No vengas  a mi mundo si no tienes un visado.
La risa congelada
Ya no es risa
Si acaso
Sonrisa:
Dormida,
Podrida,
Vacía,
Eterna,
Aburrida.
Mentira.
De pis en la cama.
De niño que mira, aprende, investiga,
Y luego se olvida.
Socializado.
Muerto antes incluso de ser ser humano.
Cuanta pena.
Te regalo las palabras que te he dicho:
Todas y cada una de ellas
Son versos escritos por muertos que ya no respiro.
Mentira.
Cada cosa que digas y escuches
Es sólo eso.
Mentira.
Repetida,
Compartida,
Anestesiada,
Destructiva,
Metida
con
 vaselina.
Y ahora juega a ser marxista, socialista, feminista,
El que busca y no encuentra su lugar en la vida.
Mentira.
Gatito de angora envuelto en mantita,
Suave.
Que no duela.
Como tu polla
Jugando tranquila dentro de mi boca.
¿Te suena?
Te olvidas.
Que no tengo yo el coño
Pa' tanta
Mentira.

lunes, 22 de mayo de 2017

Una "pedrá" en la cabeza


Hoy he estado hablando con una persona de once años.  De igual a igual.
No voy a redactar la conversación por respetar la privacidad de esta persona, pero que sepáis que su sinceridad sin disfraces me desarmó.
Yo intentaba hacerle entender que hay situaciones en las que hay un daño que no puedes evitar,  que son cosas que pasan, y que en todo caso nada tiene que ver con lo que sientan los adultos por ella. Yo intentaba hacerle comprender que la vida a veces no es fácil,  que las relaciones humanas son muy complejas por mucho que intentemos lo contrario, y que lo único que tenía que tener claro es que a ella la querían. Yo pretendía decirle que, como adulta que soy, tenía en mí una aliada para lo que necesitara,  que nosotros, los adultos, sabemos bien lo que nos hacemos aunque ella aún no pudiera entenderlo...y entonces ella me miró y simplemente dijo: "Tenéis una pedrá en la cabeza ".
Punto, set, y partido para ella.
Nacemos con la clarividencia de un sabio ante las cosas fundamentales de la vida, pero por alguna razón que no alcanzo a entender, pervertimos esa capacidad de sentir, de amar y ser amados de una forma pura, honesta y generosa, para transformarnos en estos seres perfectamente grises y anestesiados  llenos de miedo y dudas.  Al "qué ", que es la jodida esencia, le añadimos el "por qué ", el "para qué ", el "cuánto ", el "cuándo " y el "cómo", y aniquilamos toda posibilidad sentir sin más.
 No era tan complicado.
No es tan complicado.
Joder, cuánto perdemos al socializarnos,  al domesticarnos.
Si solo se trata de mirarnos a los ojos y dejar que ocurra lo que tiene que ocurrir. Si solo se trata de cuidarnos. En manada. Todos y a todos. Qué cojones nos pasa? Por qué tenemos esta pedrá en la cabeza?
Ojalá no dejáramos nunca de tener once años.