– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

sábado, 5 de mayo de 2012

Micreoexperiencia de Microteatro





 Salimos en dos coches de casa de Nach bajo la lluvia y con el tiempo besándonos el culo. –Subimos por Segovia? –No, mejor tira recto hasta Plaza de España. En el trayecto hablamos de cualquier cosa menos de las obras, claro. Que si qué tal el viaje por las américas, que si sigues o no con tal persona, que si qué mierda de tráfico…pero se palpa en el ambiente. Queda menos de una hora para el estreno.
Parking. No sé como pero el coche de Nach aparece justo delante de nuestro y mientras esperamos a que nos dejen pasar, se abren las ventanillas y asoman cantando  no sé que con cervezas en la mano como hooligans en un estadio. Nos unimos a la fiesta  mientras pienso: ahora es cuando los del parking se creen que vamos como Alfredo y no nos dejan entrar, verás. –Mariam, asoma la patita a ver si tu vecino nos deja quedarnos en la planta vip. Dicho y hecho. Ni cinco minutos después enfilamos Loreto y Chicote cargados con los distintos bártulos de las tres salas…y ahí está. Microteatro. Las mariposas aparecen en el estómago. Mariam y yo nos miramos: se nos va a hacer raro no trabajar juntas ahí dentro, nos reímos.  En la puerta ya están Enrique y los Titánic. Besos, abrazos, una pena no habernos visto ayer en el ensayo general.
Entramos. Y como era de esperar está abarrotado de gente de lo más variopinta que comenta, ríe bebe, come, espera, saluda, se exhibe…siempre me pasa que quiero cruzar el espacio lo más rápido posible sin levantar los ojos del suelo. Me aturulla empezar a encontrar caras conocidas y no saber si pararme a saludar o simplemente dedicarles una sonrisa. Además estamos a poco más de media hora del estreno y no quiero desparramar mi energía en una suerte de acto social que por otro lado, nunca se me ha dado bien. Comienza el juego de la llave del camerino: -Me la das por favor? –Pregunta en barra. –Me la das por favor? –La tienen al fondo… Este ritual es siempre el mismo. La buena noticia es que cuando al fin tienes la llave te has paseado ya tantas veces por todo el espacio, que ese sentimiento anterior de vergüenza queda olvidado. Lucía, nuestra madre/sargento. Abrazo sincero de bienvenida. Curiosa, esta chica, pero se hace querer.
Y ahí estamos todos al fin.  Daf con un bolso donde en realidad cabemos todos, Fer con un traje en la mano, Arturo con un pivote más grande que él (los otros dos nunca supe quién los bajó), Jose con las cestitas de barro, Mariam y Aure cargados de bolsas y yo con un pedazo de césped artificial enrollado. Nach va y viene, ausente dentro de su eficacia, veloz. Ni me imagino cómo debe estar su cabeza ahora mismo. No sé bien quién da el primer paso, pero tras unos minutos de estatismo nervioso, cruzamos la estancia en grupo, y bajamos al camerino. Al camerino, si, porque solo hay uno.
Esto es algo que hay que vivirlo, que no se puede explicar. Pretender que diez personas se cambien y maquillen a la vez en una suerte de trastero abuhardillado en el que, además, se guardan toda clase de muebles, objetos y vestuarios de las diferentes obras de Microteatro, y por supuesto en silencio, porque aún hay función a menos de un metro, es de un optimismo rayano en idealismo. Risas obligadas. –Hay alguna percha? –No tendrás unas tijeras, verdad? –Tienes algo para la garganta? –Al final no te has traído una camiseta interior? –No, no, no! No apoyéis nada ahí que están las cestitas de barro! –Eh, chicas, Aure está desnudo!…son  pinceladas que se escuchan a media voz mientras de fondo y como letanía constante están los distintos pases de texto susurrados, como si fueran rosarios. En un momento dado nos cruzamos por un lado Daf y Fer, y por el otro Mariam y yo y empezamos a repasar texto de Freddy y Carrie...aun nos acordamos. Nostalgia.
Rui, Nach y Enrique, conscientes de que poco más pueden hacer hasta que se abran las salas, pululan dando ánimos.
Se liberan las salas. Quince minutos. Vértigo.
En un caos disciplinado y bajo las órdenes de Lucía trasladamos nuestros enseres a las cuatro salas. Menos de diez minutos. Hacen falta luces no sé si en la tres o en la cuatro. En la uno no tenemos alfombras y sobran taburetes.-Alguien nos puede traer algo de agua? –El espejo de la dos! –Aure, chequea las músicas, por favor…Cinco minutos. Los directores les dan ánimos a los suyos. A disfrutar, chicos, que esto está hecho. Dos minutos. Todos nos cruzamos con todos dándonos fuerzas, creando esa energía común. Cruzo una mirada con Fer, como quiero a este niño, coño. Un minuto. Cada cual en su sala. Otro abrazo, un “vamos!” . No veo a los demás pero sé exactamente lo que están haciendo y sintiendo. Treinta segundos. Me falta algo… abro la puerta de la uno: Mucha mierdaaaaaaa!!!! Mamáaaaa!!!! Se abren a la vez las otras tres al grito de Taxiiiiii!!!! Mamaaaaaaa!!! Cerramos todas a la vez. Respiro. Bebo un buche de agua y me arrodillo en el suelo con los ojos cerrados. –Sala unoooooo!!! escucho lejos. Vuelvo a suspirar y comienzo a trabajar el barro.
Estrenamos.