Sr Gallardón:
Le escribo esta carta porque tengo la
impresión de que entre tantos supuestos, tantos dioses y tanta
campaña electoral, se ha olvidado usted de los dos detalles más
importantes: ¿qué es abortar? Y sobre todas las cosas, yo. Yo, como
mujer, yo, como ser humano, yo como persona con criterio y moral
propias para decidir sobre mi persona.
Habla usted y decide sobre lo que no
sabe y nunca sabrá señor Gallardón, así que voy a explicárselo
porque como le acabo de decir, yo sí que soy mujer, yo sí se lo que
es quedarse embarazada y yo sí se lo que es abortar.
No necesité más que tres noches con
sus correspondientes mañanas para saber que me había quedado
embarazada, lo del predictor fue un hecho anecdótico. ¿Sabe por
qué? Porque durante tres noches seguidas mi cerebro se encargaba de
que soñara con ello y visualizara mis ovarios y mi cuerpo entero
metamorfoseándose, haciéndose fuerte y preparándose para concebir,
y cuando despertaba por las mañanas lo único que podía hacer era
ir al baño a vomitar, constatando así que las señales enviadas en
los sueños eran una realidad. Como le digo, ni puta idea señor
Gallardón, no tiene usted ni puta idea de lo que se siente.
Tardé varias semanas en decidir qué
es lo que quería y tenía que hacer, semanas en las que vas a
contrarreloj porque tu percepción sobre todas las cosas de este
mundo, incluida tú misma, van cambiando por minutos, y sabes que
llegado un momento ya no podrás ser tú la que decida, ya será un
hecho imparable quieras o no. Por razones que aunque usted no
entienda solo me incumben a mí, decidí abortar. Sepa usted que las
razones no tenían que ver con ninguno de sus “supuestos” sino
con mi libre decisión de si quería o podía o no ser madre en ese
momento de mi vida ¿Cree que fue fácil? ¿Cree que hay mujeres que
se levantan cada mañana diciéndose “ojalá pueda quedarme preñada
para poder interrumpir mi embarazo, que es de las cosas más
divertidas que puedo hacer hoy”? Sepa usted que no, señor
Gallardón. Sepa usted que es una de las decisiones más difíciles y
trascendentes que he tenido que tomar en lo que llevo de vida, y
justamente por eso se que nadie, repito, NADIE, puede tomar semejante
decisión por mí. Solo yo, conmigo, mi útero y mis circunstancias.
El paso por quirófano nunca es
agradable y yo afortunadamente estuve en manos de médicos
profesionales, cosa que usted le está negando a cientos, miles de
mujeres, pero bueno, eso es otro tema. Recuerdo poca cosa. Recuerdo
el color verde en la camilla, recuerdo el olor de la habitación, y
recuerdo escuchar “joder, está difícil, es que es muy fuerte y
está bien agarrado”. Como le digo, ni puta idea de lo que es
escuchar eso. ¿Sabe lo que hice al oírlo? Cerré los ojos y me puse
a cantar “Across the Universe” de los Beatles mientras varias
lágrimas rodaron por mis mejillas. “Creo que eres la primera
paciente que canta durante la intervención” me dijeron. Yo sonreí,
continué cantando, y nadie más dijo nada más hasta que acabaron.
No me arrepiento.
Le cuento todo esto para que sepa de
qué coño está usted hablando, para que sepa que bastante difícil
es tomar ciertas decisiones como para que encima tengas que pasar por
“supuestos”, juicios morales que nada tienen que ver contigo,
papeleos y más mandangas. Le cuento todo esto porque como le dije al
principio, me da la sensación de que se han olvidado de mí y de
que es el resto de mi vida lo que está en juego. ¿Sabe qué
pregunto yo, señor Gallardón? Me pregunto qué pensará su Dios, si
es que existe, de que haya gente como usted que pretende decidir
sobre los demás jugando a ser el mismísimo Dios.
Atentamente:
Yo. Mujer. Ser humano. Persona con
criterio y moral propias para decidir sobre mi persona.