– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

viernes, 15 de septiembre de 2017

"De ruvias y animales salvajes (a tru estori)"


Hola, qué tal? Me iba a lavar los dientes (hablo de hace escasos cinco minutos) cuando por el sumidero del lavamanos ha empezado a salir y reptar hacia mí una jodida escolopendra del tamaño de un naipe. Sin guantes, semidesnuda y descalza, entendí que las probabilidades de ganarle la batalla eran cuando menos jodidas, pero ahí no la podía dejar. Con mucho cuidado y más prisa abrí el grifo a toda potencia para que se fuera sumidero abajo.  Pero no, se mantenía justo en la mitad, medio ahogada y luchando por salir. Sentí lástima por ella, así que me decidí por un método más radical ( y el que más  a mano tenía, ojo ): lejía. Fue peor el remedio que la enfermedad porque lejos de tener la muerte rápida que yo había imaginado, se llenó de furia y con más fuerza aún luchó  para salir de ahí...hasta que vencida, desapareció por el puto sumidero.
Os acordáis de "Alien"? Pues exacto. Cuando cerré el grifo y cogí el cepillo de dientes, reapareció, y está vez mucho más  ágil, y está vez entera, y esta vez sí que entré en pánico.   Fui corriendo a la cocina, cogí el cuchillo más grande que vi y arremetī contra ella...no es fácil...lo conseguí  a la cuarta. Después,  al fin, desapareció junto al agua.
Y vosotros qué, bien?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Antes teníamos una casita de verano en Guadarrama, y un año vivimos allí. Recuerdo que un día me desperte con los ladridos de mi perra que siempre dormía conmigo. Yo estaba solo en casa, y mi perra ladraba hacia la pared. Había una araña tan grande, que era más grande que mis manos juntas. Mi perra ladraba, y ladraba, y yo ataque a la araña con un palo, y la tuve que golpear más de treinta veces hasta que se deshizo y sus patas se hacían cachitos, por cada golpe que con tanta rabia le había dado. Había cerca de aquella casa un pequeño estanque dónde íbamos a coger cangrejos en verano que luego volvíamos a tirar al riachuelo. En aquella urbanización de guadarrama en invierno cuando llegaba la nieve, también llegaban los lobos, yo miraba por la ventana pero nunca veía ninguno, hasta que un día vi su sombra a lo lejos.. y luego otro cruzar delante de mis ojos de niño entre la nieve. La mayoría de las casas estaban vacías hasta pasar el invierno y yo paseaba solo entre las casas. Cuando llegó el verano me enamore por primera vez..