– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

lunes, 23 de diciembre de 2013

Carta abierta a Gallardón




Sr Gallardón:
Le escribo esta carta porque tengo la impresión de que entre tantos supuestos, tantos dioses y tanta campaña electoral, se ha olvidado usted de los dos detalles más importantes: ¿qué es abortar? Y sobre todas las cosas, yo. Yo, como mujer, yo, como ser humano, yo como persona con criterio y moral propias para decidir sobre mi persona.
Habla usted y decide sobre lo que no sabe y nunca sabrá señor Gallardón, así que voy a explicárselo porque como le acabo de decir, yo sí que soy mujer, yo sí se lo que es quedarse embarazada y yo sí se lo que es abortar.
No necesité más que tres noches con sus correspondientes mañanas para saber que me había quedado embarazada, lo del predictor fue un hecho anecdótico. ¿Sabe por qué? Porque durante tres noches seguidas mi cerebro se encargaba de que soñara con ello y visualizara mis ovarios y mi cuerpo entero metamorfoseándose, haciéndose fuerte y preparándose para concebir, y cuando despertaba por las mañanas lo único que podía hacer era ir al baño a vomitar, constatando así que las señales enviadas en los sueños eran una realidad. Como le digo, ni puta idea señor Gallardón, no tiene usted ni puta idea de lo que se siente.
Tardé varias semanas en decidir qué es lo que quería y tenía que hacer, semanas en las que vas a contrarreloj porque tu percepción sobre todas las cosas de este mundo, incluida tú misma, van cambiando por minutos, y sabes que llegado un momento ya no podrás ser tú la que decida, ya será un hecho imparable quieras o no. Por razones que aunque usted no entienda solo me incumben a mí, decidí abortar. Sepa usted que las razones no tenían que ver con ninguno de sus “supuestos” sino con mi libre decisión de si quería o podía o no ser madre en ese momento de mi vida ¿Cree que fue fácil? ¿Cree que hay mujeres que se levantan cada mañana diciéndose “ojalá pueda quedarme preñada para poder interrumpir mi embarazo, que es de las cosas más divertidas que puedo hacer hoy”? Sepa usted que no, señor Gallardón. Sepa usted que es una de las decisiones más difíciles y trascendentes que he tenido que tomar en lo que llevo de vida, y justamente por eso se que nadie, repito, NADIE, puede tomar semejante decisión por mí. Solo yo, conmigo, mi útero y mis circunstancias.
El paso por quirófano nunca es agradable y yo afortunadamente estuve en manos de médicos profesionales, cosa que usted le está negando a cientos, miles de mujeres, pero bueno, eso es otro tema. Recuerdo poca cosa. Recuerdo el color verde en la camilla, recuerdo el olor de la habitación, y recuerdo escuchar “joder, está difícil, es que es muy fuerte y está bien agarrado”. Como le digo, ni puta idea de lo que es escuchar eso. ¿Sabe lo que hice al oírlo? Cerré los ojos y me puse a cantar “Across the Universe” de los Beatles mientras varias lágrimas rodaron por mis mejillas. “Creo que eres la primera paciente que canta durante la intervención” me dijeron. Yo sonreí, continué cantando, y nadie más dijo nada más hasta que acabaron.
No me arrepiento.
Le cuento todo esto para que sepa de qué coño está usted hablando, para que sepa que bastante difícil es tomar ciertas decisiones como para que encima tengas que pasar por “supuestos”, juicios morales que nada tienen que ver contigo, papeleos y más mandangas. Le cuento todo esto porque como le dije al principio, me da la sensación de que se han olvidado de mí y de que es el resto de mi vida lo que está en juego. ¿Sabe qué pregunto yo, señor Gallardón? Me pregunto qué pensará su Dios, si es que existe, de que haya gente como usted que pretende decidir sobre los demás jugando a ser el mismísimo Dios.
Atentamente:
Yo. Mujer. Ser humano. Persona con criterio y moral propias para decidir sobre mi persona.

martes, 15 de octubre de 2013

Como los esquimales



Recuerdo que la primera vez que leí sobre los esquimales quedé fascinada y aterrada a partes iguales. Me maravilló como vestían y cazaban, eso de que pudieran vivir en casitas de hielo, y por supuesto:¿quién no ha jugado de pequeño a darse un beso esquimal? Pero cuando leí que los ancianos abandonaban el grupo para dejarse morir en soledad (las más de las veces por voluntad propia) cuando ya no tenían a nadie que pudiera masticarles la comida, o simplemente para no ser una carga para la sociedad, me entró verdadero pánico. Nosotros no éramos esquimales, eso lo sabía yo, pero aun así no me quitaba de la cabeza la idea de que la abuelita Ofelia podía dejarse morir si nadie la cuidaba o si yo, que solo iba a verla a Buenos Aires unos meses al año, no pudiera masticarle la comida cuando ya fuera muy anciana y no le quedaran dientes. La segunda opción desapareció cuando, con algo de grima, la verdad, descubrí que la abuela Ofelia guardaba antes de irse a dormir, una estupenda dentadura postiza en un vasito de agua encima de la mesita de noche. Al menos ese problema quedaba resuelto: daba igual lo vieja que fuera, siempre podría masticar su comida.
Luego vino la otra parte de la ecuación: ¿cómo podía ningún anciano ser una “carga para la sociedad” cuando la abuela Ofelia me enseñaba tantísimas cosas que ella ya había vivido, me cuidaba, me divertía, y los viernes por la noche me dejaba comer chizitos en la cama mientras veía la tele? No lo entendía.
Y sigo sin entenderlo. Pero mira tú por donde, nuestro Gobierno actual pretende tratar a los ancianos como los esquimales. Parece que sobran, que son una verdadera “carga para la sociedad”. Los pensionistas cada vez tienen menos. Pagan, copagan (o como diantres lo quiera decir la señora Mato) sus medicamentos, y eso cuando no se ven directamente obligados a acudir a la sanidad privada porque no tienen tiempo real para aguantar una lista de espera de más de seis meses por unos análisis en la pública (eso el que pueda, claro). Se recortan las ayudas a la dependencia y a los centros de día mientras las personas que no tiene más remedio que cuidar ellos mismos a sus mayores dejan de cotizar por ello. Se les puede desahuciar por el simple hecho de haber avalado un día a sus hijos. A miles de jubilados les estafan, quitándoles sus ahorros delante de sus narices sin que nadie (del Gobierno) mueva un dedo...es como si muriéndose rápido, alejados, sin hacer ruido ni molestar, nos hicieran un favor.
No sé por dónde pasan las soluciones a esta supuesta crisis (cada vez somos más los que opinamos que, efectivamente, es una estafa), pero me niego a creer que volvernos esquimales sea una de ellas. Y si tengo que masticarles yo misma la comida a mis ancianos, pues lo haré. Qué cojones: se lo han ganado.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Carta a un lancero del Toro de la Vega


No, va , en serio. ¿Qué te pasa? ¿La tienes pequeña y esta es la forma de sentirte más hombre? ¿Tu madre no te dió suficientes abrazos de crío? ¿Qué te pasa? Porque algo te pasa. Algo muy malo y que te deberías hacer mirar. Prefiero pensar eso a asumir que de verdad eres lo suficientemente mierda como ser humano como para disfrutar torturando a un animal hasta la muerte sin que estés enfermo. Y eso en grupo, claro, que váis en grupo, que os faltan huevos para encaráros a un toro de igual a igual. Hay que ser pandillero, cobarde y retorcido para actuar así. Otra pregunta. ¿Cómo empezó la cosa? ¿Reventabas ranas de cani metiéndoles un petardo por el culo y de pronto te supo a poco, y te dijiste; “qué cojones, a por un toro, que mola más”, o cómo? Ay, y otra cosa: ¿Tú tienes hijos? ¿Les estás inculcando tu mezquina y bárbara forma de ocio o no? Me gustaría preguntártelo a la cara, pero para eso tendría que tener el estómago de ponerme ante tí, y la verdad, no me apetece.
No sé qué imagen tendrás de ti mismo, igual te ves como Javier Bardem en el cartel de “Huevos de Oro” pero no, majo, no. La imagen que tiene gran parte de la sociedad de ti es la de un bárbaro desalmado, cruel, arrogante e imbécil, te comento. Un hijo de puta, vamos.
En fin, tal vez te resulte incómodo e incluso violento el tono de mi carta. Créeme que tras intentar hacerte rectificar apelando al sentido común, a la humanidad, y a la decencia sin lograr frenar tus actos, la violencia de esta carta no es nada, nada, comparada con la me haces sentir cada vez que torturas y matas a un animal. Da gracias a quien reces porque no soy como tú y entiendo que la violencia no lleva a ninguna parte, porque si fuera como tú, probablemente te reventaría la cara a hostias.
Sin más me despido.
Entenderás que no te desée suerte para las fiestas de Tordesillas de la semana que viene. Más bien lo contrario: le deseo suerte al toro, que no tiene culpa de nada.
#StopToroDeLaVega
P.D: Esta carta se la puedes dar a leer a todos los que te aplauden. Pienso lo mismo de ellos.

sábado, 22 de junio de 2013

De por qué me cago en José de la Cavada


“Hola, X te llamo porque quiero que sepáis cuanto antes y directamente por mi que de aquí a dos meses operan a mi padre del corazón (..) sí , una válvula y triple bypass (..) sí, gracias...bueno, mira, esperemos que bien, gracias. Pero eso: que te llamo para que sepas que de aquí a dos meses nos avisarán con quince días de antelación de la fecha de la operación (...)gracias, sí, pues eso, que sé que estamos de bolos pero que mi intención es poder estar allí con él y mi familia...(...) Claro, claro, serás el primero al que avise para facilitarlo todo. Y gracias, en serio (...)No. Faltaría más”. Así fue la conversación con el productor X cuando le comuniqué la complicada intervención quirúrgica a la que se sometía mi padre.
Pasaron los meses...más de dos, todo hay que decirlo, porque la Sanidad Española se viene resintiendo en este país desde hace varios años, no desde que llegó Rajoy. El caso es que un buen día, ya cuando en casa nos preguntábamos si no se habrían equivocado de paciente porque papá  ya estaba (aparentemente) la mar de bien, nos llamaron para anunciar que, efectivamente, en quince días, le operaban. Vuelta a empezar.
Hola señor X. Te llamo porque...¿te acuerdas de eso que te comenté de la operación de mi padre? Pues será en quince días. (…) Ya, claro, justo en mitad de los bolos, pero...(...) sí, lo que te dije. Que mi intención es estar allí...hombre, (...) claro, gracias. Ya me cuentas.
Prometo que no sé cómo llevamos esos días de espera. Entiendo, por la falta de recuerdos, que sin anécdotas trascendentes. Hasta un viernes. Un viernes por la tarde, recién llegada la compañía a una bella plaza para los bolos del finde, y a menos de siete días de la operación de papá:
-(Por el móvil):¿Sí? Ah! Hola,señor X, dime.
-Te alegrará saber que al fin tenemos sustituta para ti la semana que viene! Sin problema! Lo hace Miss Y. Ya hemos hablado con ella y está encantada y dispuesta.
-¿En serio? No sabes lo tranquila que me dejas!!! Además Miss Y se sabe la función perfectamente!!! Pero, ¿y quién hará de ella?
-Ah! Ni te preocupes!!! Lo hará Miss Z. Os conocéis, ¿no?
-Fantástico! Es una pedazo de actriz que además conoce a la compañía...lo bordará!!! Ay! Qué alegría me das...me voy más tranquila con todo atado...
-Nada, linda, ni te preocupes, aquí lo importante es que tu padre salga bien de la operación y que estéis todos juntos, por favor!
Recuerdo que colgué el teléfono no mucho antes de las tres. Porque a las tres me llamó mi representante:
-Hola Laura...tenemos que hablar.
-Ay! ¿Sabes qué? Me acaba de llamar el señor X para decirme que ya está todo arreglado y que me marche tranquila a la operación de mi padre...super atento.
-Ehm... y no te ha dicho en qué condiciones?
-¿Cómo condiciones? No. No me ha dicho nada más que que todo estaba arreglado y que mucha mierda.
-Lau, es que me acaba de llegar un mail...a ver, te lo leo.
No recuerdo el mail exacto ni las cifras exactas, pero venía a ser un extracto de lo que en total, la compañía del señor X había calculado que me costaría ausentarme de los dos bolos de dicho fin de semana. El mail explicaba con todo lujo de detalles que yo me hacía responsable de pagar: sustituta de mi personaje, (al hacer Miss Y otro papel en la obra) sustituta para Miss Y, ensayos de toda la compañía donde fuera menester, ropa alquilada para que tanto Miss Y y Miss Z fueran acordes con la función, viaje, estancia y horas de ensayo de la ayudante de dirección de turno para venir a chequear los ensayos, y viajes y hotel de Miss Z más ensayos, dado que al estar de bolos, se entendía que sería fuera de Madrid. En total, euro arriba, euro abajo, el equivalente a más de dos meses de mi trabajo en la Compañía del señor X. Y que atentamente, deseando la pronta recuperación de mi padre.
-¿Qué?? ¿Qué me estás contando?...Pero si acabo de hablar con él y ni me ha nombrado nada de esto!
-Ya, Lau...yo...es la primera vez que veo algo así, y como comprenderás, antes de hacer nada, quería hablar contigo...
Esta conversación, en general, fue un vano intento por parte de mi repre de tranquilizarme, bonita ella, cosa imposible porque según pasaba los minutos, más rabia, ira, desesperación e indignación se fueron apoderando de mí. De repente entendía por qué siempre se dice en el mundo del espectáculo “The show must go on”. ¿Cómo no? Es imposible que puedas ausentarte de una función a este precio!! Y claro, luego queda muy fino, estoico y elegante decir: “Enterraban a su blablablá y él estaba allí, en escena” Obvio! Con esas condiciones de absentismo, ¿quién diantres se puede permitir el lujo de no hacer una función?
Pido perdón desde aquí aunque en su día lo hice en persona, a toda la maravillosa compañía que me tuvo que aguantar las siguientes horas. Doy gracias a que de verdad fueran esa familia que lidió magistralmente entre mis llantos y desesperación, y lo que ellos, como profesionales, tenían que hacer.
Mi representante y yo decidimos que lo primero que teníamos que hacer era buscar un buen abogado para que nos asesorara y nos afirmara, sin punto de discusión, qué entraba dentro de la legalidad y qué no. Antes dije que eran las tres de la tarde y lo dije por algo. Evidentemente la ley de Murphy se cumple: Como pasaba del mediodía y era verano, la Unión de Actores estaba cerrada. Importante recalcar que ya no es así,que la Unión tiene un móvil disponible para cualquier urgencia sindical en cualquier momento.
El caso es que como la vida es así de surreal, sin poder decidir qué era lo correcto y qué no, al día siguiente estaba toda compañía ensayando en el hotel sin saber aún si yo me iba, si no lo hacía, y sobre todo, quién cojones pagaba esas horas de ensayo. Por cierto que hice encantada las veces de ayudante de dirección.
A todo esto un punto de reposo: En medio de mi caos mental, del dolor y del absurdo, cuando mis padres ya me decían por teléfono que qué bien que estuviéramos todos juntos y yo sin huevos a contarles las buenas nuevas, tuve una conversación con mi representante que alivió mi ánimo y me llenó de fuerza. En un momento dado de esa tarde fatídica, cuando con cada amigo/compañero al que llamaba en busca de auxilio me decía “ya, cariño, qué putada...pero lo mejor es que no vayas...es demasiado caro y además, no te vale la pena enemistarte con el señor X, tuve una charla bastante larga con Bea, mi repre, en la que me dijo: Mira Lau. Esto solo depende de ti. ¿Cómo no te voy a entender? Tú decide, y yo voy contigo. Si decides que vas a ir pase lo que pase y te niegas a pagar, yo voy a estar contigo porque me parece justo, y llegaremos hasta donde haga falta. Eso sí, déjame hablar con un abogado para empezar a prepararnos.
Que sepáis que su mano tendida así, a lo Thelma y Louise, fue el mayor bálsamo para mi alma y la mejor fórmula para despejar la cabeza. Sabía lo que tenía que hacer:
Mi repre le escribó un mail al señor X en el que le contaba que, aunque nos hacíamos cargo de las molestias derivadas de la sustitución, y entendiendo el coste de la misma: no nos hacíamos responsables de la cuantía.
El resto del fin de semana fue normal. Hicimos nuestros bolos, la compañía ensayó con la sustituta (no sin sorna, porque teníamos la coña de si esos ensayos corrían de mi cuenta o no), e incluso tuvimos tiempo de disfrutar de tan bello pueblo. Inciso: Un actor de la compañía estuvo todo el fin de semana buscando en el estatuto de los actores alguna referencia pero sin resultados.
El lunes recibimos un mail por parte del señor X en el que se nos comunicaba que no entendían nuestra reacción dado que ellos ya se habían asesorado con más productores, y el protocolo normal a seguir en estos casos era este, y que aun así, de mí dependía.
Ese mismo lunes por la tarde logré ir a la Unión de Actores y explicarle mi caso al abogado especialista. ¿Sabéis qué? Ni diez minutos, tardó el abogado en solucionar el caso: En el convenio laboral de los actores no se especifica nada al respecto y, aunque así fuera, el Convenio General de Trabajadores siempre estará por encima y lo tipifica bien claro:

II. Permiso retribuido por enfermedad grave, hospitalización o intervención quirúrgica de un familiar del trabajador
(ART. 37.3.B) DEL ET)
En materia de permisos retribuidos se amplía el relativo al que disfrutará el trabajador con motivo de fallecimiento, accidente o enfermedad grave u hospitalización, de los familiares del trabajador, hasta el segundo grado de consanguinidad o afinidad, al supuesto de la intervención quirúrgica de estos parientes, siempre que precise reposo domiciliario (es decir, aunque no se requiera de hospitalización).
El permiso será de dos días o de cuatro si es necesario un desplazamiento (o los días que establezca el convenio colectivo de aplicación), no habiéndose modificado este extremo.

A partir de aquí fue muy breve y fácil: Tanto mi representante como el abogado de la Unión de Actores le enviaron estos datos al señor X, y en menos de 24 horas recibimos la repuesta de que vale, todo claro, que no lo sabían porque no les constaba...que mucha mierda en la intervención y que tranquila por todo lo demás. Corría de cuenta de su seguro.
Nada más. La operación fue bien, gracias por preguntarlo mentalmente. Mis hermanos y mi madre pudimos permanecer unidos en esas horas, dándonos ánimos, y yo pude ver a papá despertándose de la anestesia...bello y fuerte, como es él.
Bueno. Que ¿por qué escribo todo esto? Porque bastante nos cuesta a los ciudadanos de a pié  poder apelar al Convenio General de Trabajadores, que años de esfuerzo nos costó, como para que ahora venga el imbécil de turno de José de la Cavada, nada menos que el Director de Relaciones Laborales de la CEOE, a decirnos cúántos días nos corresponde o no.
Diga lo que diga quien me lo diga, si mi familia sufre un grave revés yo estaré ahí con ellos. Pase lo que pase y pese a quien pese. ¿Por qué? PORQUE ES UN PUTO DERECHO. Doy gracias a los que estaban aquí ante que yo y me dieron ese derecho, y aviso a los que vienen con ínfulas últimamente, que no me lo van a quitar. Que me entra la risa solo de pensarlo, y que les faltan cojones para intentarlo.
Sin más.
Salud y república.

P.D: Que sepáis que en esos cuatro días, nunca jamás volví a hablar con el señor X. De hecho, aunque con el tiempo hemos hablado de otras cosas, jamás hemos vuelto a nombrar este tema.

sábado, 18 de mayo de 2013

Querido señor Wert. Dos puntos. (Religión en clase)



De pequeña fui la única niña de una clase de más de treinta y tres alumnos que no daba religión. Cuando llegaba la hora de Religión y mis compañeros hacían lo que quiera que hicieran con la profe, yo me quedaba sentada en mi pupitre con un libro de ética que tenía que leer, subrayar y resumir sin que nadie me diera bola. Era de lo más aburrido, pero lo llevaba bien.
Un día, sin embargo, mis compañeros empezaron con la catequesis para hacer la Primera Comunión y todo cambió. Aunque para ellos era un coñazo todo lo que tenían que estudiar para tal evento, lo hacían con ganas e ilusionados porque, sobre todas las cosas, se estaban preparando para un gran día de fiesta en el que se vestirían de princesas y marineritos y recibirían montones de regalos. Eso también lo pude entender porque mi padre me dijo que si yo quería una fiesta, él me la haría gustoso, y que si más adelante, como adulta, quería comulgar y recibir a Dios, también lo respetaría gustoso, pero que no estaba dispuesto a que yo mezclara las dos cosas en mi cabeza porque era todo un circo sin sentido. El problema vino cuando los niños de la clase, abducidos por esa cruel doctrina, empezaron a mirarme como un bicho raro e incluso con mucha pena, porque como yo no estaba bautizada (o eso creía, que más adelante descubrí que sí) y no haría la Comunión, iría derechita al infierno sin remisión. Me recuerdo muy acongojada en esos días, pensando en ese infierno. También recuerdo que la profe no hizo nada para que depusieran su actitud o para al menos, calmarme a mi.
Con el paso del tiempo lo coloqué todo en su sitio y quedó en unas risas, pero como adulta me alegré muchísimo de que eso de la Religión en las aulas se fuera difuminando hasta convertirse en algo anecdótico. Mi padre tenía toda la razón: la fe es personal y cada cuál de forma privada y en sus lugares correspondientes.
Y ahora resulta que Wert nos devuelve a cuando yo tenía ocho años. Ahora resulta que la fe puede volver a ser un modo de separación entre niños a los que en realidad, ni les va ni les viene. Me apena profundamente pensar que que hoy en día vuelva a ver una niña o niño que por unas horas está excluído de su clase y sus actividades y con el corazón en un puño porque resulta que igual se tiene que ir al infierno. No es justo, señor Wert. No lo es. Ni es didáctico. Ni democrático. Es un empeño rancio, caduco y desesperado por mantener un sistema borreguil que le viene bien a lo más obsoleto y emponzoñado de la derecha más casposa. Y usted lo sabe, señor Wert. Lo que más me jode es que usted lo sabe, y brinda por ello.

domingo, 31 de marzo de 2013

Una Historia de Amor y Miedo




Cuanto más conoces a alguien más difícil es que te sorprenda: de la gente a la que amo sé cómo respiran, caminan, sonríen, ironizan y se enfadan, por lo que leyéndoles o viéndoles en un escenario puedo reconocer su talento, pero muy pocas veces encontrarme con gestos o energías que no reconozco.
Ayer ocurrió.
Leí hace muchos meses una primera versión de “Una Historia de Amor y Miedo” y lo primero que pensé fue que era con diferencia, el mejor texto que había escrito Nacho. Era delirante, divertido, friki, de ritmo vertiginoso y guiños constantes al cine: muy de Nacho, vamos. Pero esta vez había dado un paso más, de repente todo eso estaba cargado de una profundidad y un existencialismo que hasta la fecha no le había leído. Muy sutil, eso sí, como un ruido sordo apenas perceptible pero que está de manera constante en el conjunto.  En “Una Historia de Amor y Miedo” Nacho López, con dos cojones, decide revisar “La Divina Comedia” de Dante, mezclándola con “Matrix”, “La Guerra de las Galaxias”, el mundo de Marvel, “Alicia en el País de las Maravillas” y cómo no, una comedia romántica (que Nacho es muy de comedias románticas aunque sea para negarlas). El resultado es una hora y cuarto en la que te parte el cerebro por la mitad y obliga a tus neuronas a dar piruetas de saltimbanqui para seguirle en tan delirante viaje entre carcajadas. Muy fan.
No es casualidad que Fernando Andina y Dafne Fernández completen el reparto. Ni mucho menos. Será por amigos actores…pero es que tenían que ser ellos. Ni yo, y mira que los conozco, esperaba que Fer y Daf se transformaran sin ningún tipo de pudor para deleitarnos con esos personajes que a priori, nada tienen que ver con ellos, o mejor dicho, con lo que solemos ver de ellos. Fernando construye un personaje elegante (como siempre, que es algo que este chico lleva muy dentro) pero irreverente, lascivo, abierto y sobre todo muy muy gamberro: una mezcla de Alan Rickman y David Bowie al que no puedes dejar de mirar porque es todo magnetismo. Por otro lado, que Dafne tenga cara, cuerpo y voz de ángel creo que no sorprende a nadie. Te la quieres comer e invitarla a un algodón de azúcar cuando trabaja con esa ternura e ingenuidad que tan bien sabe manejar…pero es que de repente todo eso se transforma de una forma muy sutil y, sin que sepas cuándo ha sido, tienes delante a alguien a quien no reconoces, a un hombre con el alma muy cargada y la mirada muy oscura. Nacho por su parte se reserva para él un galán de alta comedia de siglo XXI lleno de ternura, y lo borda, claro, porque él es así: un superhéroe encerrado en una comedia romántica, o un galán en el universo de Marvel…o las dos cosas. 
Entre los tres logran que me pregunte: ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos con nuestras vidas? ¿qué es el amor? ¿y el miedo? pero de una forma liviana, fácil y divertida...
No me pude reír más, no lo pude pasar mejor, y no puedo estar más orgullosa de la gente a la amo.
Muchas gracias, amigos…y larga vida al teatro!

lunes, 11 de marzo de 2013

Volver



        Papá y yo en la escalerilla del avión que nos trajo a España.


A veces me pregunto qué parte de mí no soy, o quién hubiera sido si, por ejemplo, mi padre no me hubiera cogido entre sus brazos y nos hubiéramos venido a España. No es nostalgia de otra vida, que eso ya lo cantó Sabina y yo me lo aprendí muy bien: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió” Pero esa otra Laura, la que de algún modo se quedó en Buenos Aires, forma parte de mí aún si conocerla. Creo que es ella la que hace que me cosquillee la nariz con según qué tango, la que come alcauciles a la diabla, y la que se empeña casi obsesivamente en que Don Bosco, Palermo o el cine Rex permanezcan intactos en un altar de mi memoria. Sé que los cuadros en mi cabeza van perdiendo detalles y nitidez con el paso de los años: recuerdo el olor del aire frío en la cara al llegar a Ezieiza, recuerdo el vestidito celeste con zapatos azules, de charol, pero ya no sabría llegar del aeropuerto a la que fue mi casa.
La abuela Ofelia murió cuando yo era adolescente aquí en España, en mi casa. Al tiempo, por lo visto, vendieron la que fuera su casa en Buenos Aires y ya nunca jamás supe qué fue de la cajita de música, de La Gran Enciclopedia de los Pequeños, de sus vestidos de juventud con los que nos disfrazábamos mi prima y yo de pequeñas o de esos vasitos con redondeles pintados de rojo con los que me daba por las mañanas la leche con cocoa.  Aún hoy, más de veinte años después, sueño de vez en cuando que estoy en esa casa, con todos los muebles cubiertos con sábanas blancas, y yo busco por todas las habitaciones esos tesoros sabiendo que tienen que estar ahí pero sin lograr encontrarlos nunca.
Cada vez es más fuerte el impulso de volver, aunque sea solo por un ratito, para que la niña que se quedó y la que la mujer adulta que soy ahora, puedan pasear juntas de la mano por las que nunca dejarán de ser mis calles, y con un poco de suerte, nos comamos un pancho con savora en el Jardín Japonés.

domingo, 24 de febrero de 2013

¿Antisistema? Sí, y a mucha honra.

                                                             

                    "Todos marcados a fuego como dóciles corderos"
                                              Canción Protesta, La Cabra Mecánica

 Pues… ¿qué queréis que os diga? Escuchar que nuestra impresentable delegada del Gobierno, doña Cristina Cifuentes, se felicita por la ejemplaridad de las manifestaciones de ayer sábado, me ratifica en la idea de que salir a pasear por el centro de Madrid los fines de semana ya no sirve absolutamente de nada. Puede que sea una manera sana y bonita de desahogarnos, pero no de cambiar las cosas. Y ojo, que sí que creo en las movilizaciones ciudadanas: si la PAH ha logrado paralizar tantos desahucios (y que yo sepa escribir bien esta palabra) no ha sido por paseos con pancartas los sábados por la tarde,  ha sido (y es)  por estar presente en cada uno de los desahucios enfrentándose a lo que haga falta. Cada vez tengo más presente una frase que se mueve mucho por las redes: “Si manifestarse sirviera para algo estaría prohibido”. Pero es que además, nuestra clase política, la que nos gobierna, está tan asfixiada con su propia mierda y tan enculada por el BCE, Merkel, la Troika, y la madre que los parió a todos, que ni quiere ni puede escuchar al pueblo. Si España fuera Islandia manifestaciones como la de ayer servirían para que los gobernantes flexionen y depongan su actitud...y si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta. Que me perdonen los cientos de personas que se ha dejado la piel en la organización del 23F, que me perdonen los miles de ciudadanos que salieron a la calle. Les respeto profundamente y por supuesto comparto sus quejas, pero insisto:  el Gobierno nos ha demostrado en más de una ocasión que ya no sirve de nada.
Y que quede claro que no escribo esta reflexión por estar desencantada y vencida. Ni de lejos. Lo que ocurre es que estoy ya muy cansada de salir a la calle para volver a casa pasadas unas horas, ronca de tanto gritar,  y pensar: ¿y ahora qué? Lo que ocurre es que las circunstancias actuales me han desalineado los chakras por encima de mis posibilidades y me empujan a ser cada vez más radical en los planteamientos: Desobediencia civil ante leyes injustas que expolian al pueblo (que manda cojones que sea el eslabón más débil de la cadena cuando de hecho, es el motor, pero bueno),  insumisión fiscal hasta que la panda de corruptos devuelvan lo que es nuestro y empiecen a pagar la parte proporcional que les corresponde, y desacato ante una policía cómplice que como buen perro se niega a morder la mano del que le da de comer y contra toda lógica prefiere morder a su propia manada. Ninguna de estas ideas es nueva, y evidentemente ninguna es mía, pero creo que son indispensables para poder empezar a cambiar las cosas. ¿Antisistema? Viendo el sistema actual, sí. Y a mucha honra.

martes, 22 de enero de 2013

Usted puede contar conmigo...




Sí. Era de esas que estaba anestesiada. De esas que vivía tranquila en mi mundito piruleta porque, aparentemente, todo iba bien. Reconozco que de vez en cuando oía muy lejana alguna voz que intentaba decirme que no, que era mentira, pero prefería obviarla porque sonaba estridente y por qué no reconocerlo, molesta. Ha tenido que venir ya no un lobo, sino una jauría salvaje para que abriera los ojos. Y ahora, luchando contra ellos en plena noche y con apenas un fósforo a modo de antorcha, me acuerdo de esos miles de Pedros anónimos que me lo quisieron advertir.
Y es que nunca hubo un estado del bienestar real. No para todos, aunque todos los que vivíamos sumidos en él quisiéramos pensar que sí…o que igual no, vale, pero pequeñas injusticias aisladas tampoco eran para tanto, ¿no?
No quiero volver atrás. No podemos ser una sociedad evolucionada si no atendemos a todas las voces, aunque suene a tópico new age trasnochado.  Son tiempos de cambio. Renovarse o morir, no nos queda otra. Ya hemos asumido que el sistema está podrido y no voy a entrar en quienes son los culpables, porque si hago un ejercicio real de reflexión probablemente llegue horrorizada y con la cara colorada a la conclusión que yo también soy culpable, aunque sea por sordera parcial.
Creo que ahora se trata de terminar de tumbar este modelo rancio y caduco de sociedad (de repente me viene a la cabeza L´Estaca, de Lluis LLach) y de empezar a construir uno nuevo en el que de verdad palabras como justicia, igualdad  y solidaridad tengan sentido. Es en defensa propia. Es la única salida. Por mi parte procuraré estar despierta y atenta para empezar el viaje sin dejar a nadie atrás por el camino.

Y a todas esas voces que en su día me gritaron para avisarme de su sufrimiento o para hacerme ver la que se nos venía encima les doy las gracias, pero sobre todo les pido perdón, de verdad, por no haber escuchado.  Para todas ellas van estos versos de Benedetti:  ”Usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos, ni hasta diez, sino contar conmigo”…ya sabéis a qué me refiero, ¿verdad?