– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

sábado, 10 de octubre de 2009

Sangre

Ojalá mis palabras fueran bates de béisbol y pudieran golpear tu cara hasta reventarla. Ojalá pudiera ver brotar tu puta sangre a borbotones y comprobar así qué jodido color tiene. Asco. Ojalá. Y ver de una puta vez cuál es la diferencia entre la tuya y la mía. Sangre. Eso que no corre por tu cuerpo porque naciste anestesiada y estéril. Yerma. Ojalá. Eso que según tú me separa de vosotros desde mi niñez. Eso que me tiene atada con cadenas invisibles a mi propia ira y a tu distancia. Quién cojones te crees que eres? Quién cojones sois los que miráis con los ojos vacíos de la autocomplacencia? No sois nadie. Y juzgáis. Y enfrentáis. Putos cobardes. Miradme a la cara. Mírame a la cara puta yerma de mierda. Asco. Ojalá. Y que conste que no te odio. No os odio. Pero como vuelvas a hacerlo, como te atrevas a nombrarme te juro que te reventaré la cara para pisar tu sangre con mis botas. Asco.

viernes, 9 de octubre de 2009

El Jardín de la Alegría


Cuenta la leyenda que, protegido por montes y por ríos, existe un lugar mágico tan bello y terrible, que apenas unos pocos hombres y mujeres han sabido llegar hasta él. Lo llaman El Jardín de la Alegría y sólo pueden encontrarlo aquellos que son capaces de caminar por la senda del dolor con valentía.

Allí reposan las cenizas de un joven príncipe espartano, y son su fuerza y su coraje el alimento de esa tierra, y la libertad de su espíritu lo que le confiere su magia. Tuvo el honor un sauce llorón de ser el guardián de sus cenizas y allí crecerá, eterno, para recordarle al mundo quien reposa en su regazo.

Cuentan que quien conquista el Jardín de la Alegría abraza a la muerte con la mejor de sus sonrisas, que la inocencia juega feliz entre los árboles mientras la luna llena enjuga las lágrimas robadas al tiempo. Cuentan que padres e hijos comulgan en armonía, que los faunos enredan traviesos con hilos de plata, que eres capaz de ver tu propia inmortalidad reflejada en los ojos amigos, que las palabras cobran vida y que la propia vida se vuelve magia palpitando en tus venas. Cuentan que hay una llama que quien la ve ya nunca caminará a oscuras y que si te entregas con valentía a toda esa dicha el miedo ya nunca podrá entrar en tu corazón, porque entonces el joven príncipe te ungirá con sus cenizas, y te convertirás, tú también, en un espartano.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Calipos de limón y un espartano


La última semana la tengo almacenada en la cabeza sin orden ni concierto y así es como la pienso escribir.

Que alguien que se está yendo esté consciente es algo que no te esperas, o mejor, que no te quieres esperar. Es entonces cuando los besos robados al tiempo son demasiado crueles, y no osas ni respirar cuando al fin se duerme con sus dedos ligeramente entrelazados entre los tuyos.

Tengo en la retina sus sonrisas mientras el pecho traquetea agónico en un pulso absurdo contra la nada, y si no supiera que esta guerra está perdida juraría que gana cada batalla y que incluso con las uñas y los dientes le arrebata minutos a la muerte. Me gustaría decirte, pequeño, que ya lo has hecho muy bien, que te mereces al fin el reposo del guerrero que sé que eres y que te puedes ir tranquilo y con la cabeza bien alta. Espartano.

Empecé la entrada anterior diciendo que me preparaba para ver sufrir a los que más quiero…y una poca polla. No hay preparación. Ni de lejos. Me quedo con un padre que no hace más que preguntar por qué. Me quedo con una novia acurrucada en lo que pueda quedar en una cama de noventa. Con el olor alcanforado de las manos. Con su guiño de ojos cada vez que entraba. Con papá llorando sin consuelo, y esa pegó fuerte. Con "Puto Coco", gran frase. Me quedo sin aliento y sin palabras ante tantas impresiones tan dispares. Como cuando después de que pudiera comer un poquito de calipo de limón acabáramos todos en la puerta del hospital, en nuestro banco y ya de madrugada, brindando por él con cervezas y calipos de limón, cómo no…Como cuando me escribió en su pizarrita vileda We Need Dangerous Frogs, palabras que por supuesto jamás descifraremos y que quedarán tatuadas en mi espalda cuando todo acabe. Con Miriam entre las seis y la siete. Con la rata muerta y los nudillos de Alberto. Con el póster de 300 y su pulgar levantado. Me quedo con las lágrimas y los abrazos de cada uno de los presentes. Con mis hermanos. Rotos. Y sobre todo, espartano, me quedo contigo hasta que te vayas. Te lo juro. Y un día de éstos guardaré en un rincón los archivos adjuntos de los que ahora no sé desprenderme y me quedaré con tu cara y tu camisa rosa el día en que me robaste un poquito de corazón.

lunes, 31 de agosto de 2009

Entrada sin nombre

Me preparo para ver sufrir a los que más quiero. Sin poder impedirlo. Ahora ya no es cuestión de palabras bellas. Nada es bello. Ahora le reventaría la cara en mil partes al Dios que permite que Sergi se vaya sin opción a réplica con veintiséis años. Ya he pasado por esto. De hecho he pasado por esto hace exactamente un año. La vida es pornográfica, como dice Carol. Y sé que no habrá consuelo posible, que las imágenes se volverán a mezclar como si fuera un mal sueño. Sé que toca tragar bilis mientras el dolor arrasa las caras de los que más amo. Y me vuelvo a cagar una y mil veces en su puta madre.

Y no. Verlo venir no es asumirlo. Y mientras escribo me pregunto para qué cojones escribo y de repente me asalta la duda de si me dará tiempo a verle consciente o ya ni siquiera. De fondo “Sé lo que hicisteis” y delante las letras en el monitor y los dedos temblorosos. Sensación de irrealidad. Lo más probable es que me siente mal lo que acabo de comer. De hecho, literalmente ya tengo náuseas.

No puede ser verdad que en quince días haga un año de la muerte de Teresa y nos encontremos exactamente en el mismo punto. Puto cáncer. Puto cáncer. Puto cáncer. Y puto Dios que lo permite.

sábado, 29 de agosto de 2009

Esto no es una carta de amor.

“Ojalá tuviera dos vidas para dedicarte una entera.” Alguien me dijo esto hace muchos años, tantos, que yo por aquel entonces no lo entendí. Si alguna vez vuelvo a ver a esa persona prometo obsequiarle con la mejor de mis sonrisas a modo de “gracias”.

Anoche tuve una de esas conversaciones de coche, breves pero sinceras, con alguien que no sé muy bien si se quedará, pero que de momento está aquí. Gente de buena calidad, en todo caso. Hablamos de sexo, de relaciones, de amistad, y de las múltiples variantes que se pueden formar con estas tres palabras.

La conexión de estas dos ideas ha hecho que me despertara pensando en ti. No voy a detallar mis sueños, no soy de esas, pero tengo ganas de decirte que pensar en ti me hace ser mejor persona, que guardo en cajita de plata cada buen momento, que no hay mirada que me dediques que no sesgue mis ojos y que hay algo turbadoramente pornográfico en tu olor.

Le he dado infinitas vueltas a las variantes de las tres palabras y ninguna opción sería correcta en esta vida… y aún así, ni sé lo que daría por transportarte unos instantes a esa otra y saber con sólo mirarte que no hace falta decir más.

Con todo, esto no es una carta de amor…no es mi estilo. Es sólo un pensamiento que muy de vez en cuando, me saca una sonrisa.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Ganas

Tengo tantas ganas de estar bien que a veces olvido lo jodidamente mal que estoy. Hoy he salido a correr hasta Debod, y alentada por algo parecido a una ligera brisa y por los Beatles, siempre amables, me atreví a subir para poder contemplar las vistas desde el fondo. Los Beatles son lo que tienen, claro. De repente y cuando mejor me sentía por la audacia de haber llegado hasta allí pese a las ocho cervezas de anoche, comenzó a sonar Because. De las vistas poco puedo decir, la verdad. La llantina infantil se mezcló rápidamente con el sudor convirtiéndome en una salinizadora humana. Y allí estaba el sol que ya ni picaba ni calentaba. Y allí estaban los guiris que debían pensar vete tu a saber qué, pero que me miraban como si fuera parte del encanto del parque. Y allí estaba tu imagen borrosa, y París. Y allí estaba la rubia, o mejor dicho su ausencia. Y allí se desmontó como por arte de magia todo el castillo de naipes que había construido a mi alrededor…

Lo bueno de la ciclotimia es que las cosas tan pronto vienen se van, así que salté la canción, di media vuelta, y empecé a trotar en dirección a casa. Por el Palacio de Oriente ya cantaba Help con una sonrisa en la cara.

Voy a volver a llamar a la rubia, a ver si hay suerte.

martes, 4 de agosto de 2009

Mírame

Mírame.

A los ojos.

Y no hables.

No digas nada.

Cualquier palabra, la primera que se ocurra, la que estalle en boca…

Es mentira…

Cualquiera la ha dicho antes que tú, igual que tú…

Bebe de mi pecho mientras seco tus lágrimas, o soy yo quien lloraba?

Ya no lo sé.

Estoy tan intoxicada de dolor que ya ni veo,

y chapoteo a ciegas en la ciénaga putrefacta de mi propia autocompasión.

Mírame y cállate.

Y fóllame.

Fóllame despacio, o fóllame fuerte hasta que reviente.

Pero fóllame.

Que no sé quién soy con tu ausencia en mi vientre.

O mejor aún,

deja que me duerma en tu regazo mi amor, que estoy muy cansada,

y cuando te vayas dame un beso en la mejilla y no me digas adiós

lunes, 3 de agosto de 2009

Hoy no perdono

Hoy no perdono

Que fuiste tu quien me a enseñó a olvidar

Este dolor que mata

No perdono las sonrisas

Que no borro ni a dentelladas del pecho marchito y moribundo

No perdono al vacío, ni la ira que me deja

No perdono y golpeo con fuerza, absurda, al fantasma transparente de tu ausencia

viernes, 6 de marzo de 2009

Una parte de Mónica (crónica surreal)

A veces la vida te regala situaciones curiosas, otras inverosímiles y otras improbables. Pero hay otras veces, pocas, para bien o para mal, en las que te planta de bruces al borde del surrealismo…son esas veces en las que tienes que esforzarte por memorizar cada segundo o la propia adrenalina se encargará de que sólo te queden pequeños fragmentos inconexos como en los sueños de madrugada o las borracheras a muerte.

Mi amigo Fer se compró hace ya bastantes meses un piso enorme, viejo y con mil habitaciones que por fin en estos días ha pasado a ser un espacio espectacular y de diseño con mil cajas por medio. Ayer fui a echar una mano con la mudanza. Mi tarea consistía en medir unas estanterías de pladur, y con la ayuda de una regla y un cúter, cortar pedazos de plástico transparente a medida para proteger de rozaduras y suciedad cada estante. Bien. Al par de horas de trabajo llegó Mónica, la hermana de Fer e interiorista del piso, y se puso a ello conmigo. Como cada vez íbamos más ágiles decidimos medir las estanterías de dos en dos y claro, con las prisas hicimos un cruce de medidas en el plástico que hubo que rectificar. “Ahora hay que presionar más con el cúter” dijo Mónica. Y ahí empezó todo.

Ocurrió en milésimas de segundo. Justo antes de terminar el movimiento paró en seco y se llevó la mano a la boca mientras algo caía al suelo. Por la consistencia, el tamaño, y el atolondramiento de mi cabeza pensé que era el chicle. Pero no. Era un pedazo de dedo. Se me escapó un “No!” tan apremiante que no hizo falta nada más para que Fer preguntara que qué pasaba desde el otro lado de la casa. Mónica, supongo que de forma instintiva, apretó fuerte el dedo entre las mandíbulas a modo de torniquete y ya no las volvió a abrir hasta casi media hora más tarde…-”Corte?”-“Si”-“Grave?”-“Mucho”-“Mierda!Vamos a urgencias.” Yo dije que tenía el coche en la puerta pero que era mejor que lo llevara él porque sabía cómo llegar a la Paz, él cogió el móvil, las llaves de mi coche y las de su casa, ella su abrigo y su bolso, aunque me los pasó a mi por razones obvias y yo sólo atiné a coger la chaqueta y el tabaco cuando Mónica señala al suelo con un sonido gutural –“Qué? preguntó Fer, “que cojas el pedazo de dedo” respondí yo mientras sin mirar ni pensar se lo plantaba en la palma de la mano. Al margen del accidente doméstico, de la urgencia, y de lo mal que lo tenía que estar pasando la pobre Mónica, a la que dicho sea de paso yo no conocía de nada, el momento más surreal de todos y por el cual estoy escribiendo esto, fue cuando en la puerta del coche y por pura lógica Fer me dijo “Toma” y me pasó el relevo del pedacito de dedo. Recuerdo que intenté juntar todas mis yemas a modo de cesta con la mano derecha para que pudiera mantenerse en su interior rozándome lo menos posible. Entiéndanme bien, no era por asco o grima, sino por una cuestión de higiene…en algún rincón de mi cabeza no podía dejar de pensar que mis manos estaban muy sucias y sudadas y que eso no podía ser bueno para el trocito de Mónica.

Cogí una carta –lo único blanco que había en la parte trasera del coche- y la saqué por la ventanilla del conductor a modo de bandera de urgencia. Durante cinco minutos y mientras íbamos follados hacia la Paz hubo una especie de juego de adivinanzas entre los tres. Preguntas como “Prefieres La Paz o Ramón y Cajal” “A quién llamo?” o “Dónde estaba la entrada de urgencias?” se convierten en todo un mundo cuando la respuesta la tiene que dar alguien con la boca llena de su propia mano para evitar desangrarse. De vez en cuando y más por tomar sentido de la realidad que por otra cosa –en un momento dado intenté girar el pedacito de Mónica para que la parte con puntitos rojos no estuviera en contacto con nada, vete tú a saber por qué- le preguntaba cómo iba y si estaba bien, a lo que ella respondía con un gesto afirmativo pero con los ojos como platos y la nariz perlada en sudor. “Lo estás haciendo genial, de verdad, pero aprieta un poco más que la sangre se empieza a desparramar por los nudillos”

La Paz, urgencias infantil, maternidad, urgencias. Mónica, su pedacito y yo saltamos de coche mientras Fer va a aparcar. “Disculpe pero esta chica se ha seccionado un fragmento de dedo y”-“Esto es urgencias infantiles lo siento, viene en coche? Tiene que dar la vuelta circunvalar el hospital y allí está urgencias, lo siento” Lo malo de estas situaciones es que a uno le entran ganas de gritar muchas cosas pero no lo puede hacer porque no tiene tiempo, así que bajamos la cuesta corriendo al grito de “FER AQUÍ NO ES!! El coche rectifica empotrándose con un puto pivote que a ver a cuento de qué ponen esos putos pivotes en la puerta de las urgencias cuando es evidente que el que llega llega a toda hostia y con los nervios desquiciados, pero en fin. Nos metemos en contradirección con la lógica consecuencia de tener que salir marcha a atrás, y en algún momento y no sé cómo salimos del perímetro del hospital y volvemos a la M-30.

Hay un momento cuando todo sale mal y no te cabe más impotencia en el que curiosamente la cuerda se suelta y por unos segundos te relajas. No te queda otra para salir del atolladero. Y ahí estábamos los tres. Fer metiéndole gas a mi coche, Mónica con sus mandíbulas a modo de torniquete y yo, preguntándome todavía que a cuento de qué pero con una mano congelada agarrando con fuerza un sobre mojado y un pedacito de dedo en la otra. A todo esto llovía. De ahí lo del sobre mojado, y de ahí que Fer decidiera cerrar la ventana aprisionándome la muñeca hasta que un grito mío y un sonido gutural de Mónica hicieron que la volviera a abrir entre perdones. Cómo no reírse, claro.

Por fin llegamos al Ramón y Cajal “Laurita, entra y da unas voces” “Tranquilo” Y vuelta a empezar: “Disculpen pero esta chica se ha seccionado un pedazo de dedo, lo traemos aquí” Ante la evidencia y sin preguntas pasamos por un pasillo al box 13, al que entran en tropel distintos especialistas del personal sanitario sin saber muy bien a qué. Sólo entonces a Mónica le empiezan a resbalar las lágrimas por la mejilla. “Por qué llevas la mano en la boca? Es el miedo?” “No-respondo yo incrédula-se está mordiendo el dedo par evitar la hemorragia. Por cierto, pueden poner el pedazo que falta en un lugar más higiénico que mi mano?” digo mientras extiendo la palma mostrando al susodicho. La enfermera lo mira como quien descubre una cucaracha aplastada en el zapato, coge un buen pedazo de gasa y me lo extiende girando la cara. Cuando al fin deposito mi ya pequeño tesoro con sumo cuidado en la gasa aliviada por la separación, la enfermera lo mete rápidamente en una bolsa de plástico…y me lo vuelve a dar!! Al segundo llegó un doctor con una bandejita de cartón y se la puso a Mónica en el regazo diciendo “Ahora tienes que sacar la mano de la boca para que podamos ver lo que hay. Tu mejor que esperes fuera.” Mónica me miró entre sollozos, le di un beso en la frente y un abrazo, solté la bolsa en la bandejita, y salí.

Tras casi una hora de espera sin anécdotas relevantes-salvo comprobar que efectivamente me había quedado sin piloto trasero-Mónica apareció por el pasillo con la mano vendada y la boca libre al fin. Se lo habían podido injertar. “Me han dicho que si en cinco días sangra o huele a podrido es que lo estoy rechazando y tendré que venir a que me lo quiten.”

Y aquí acabó todo. La llevamos a casa de una tía que hacía cocido y reanudamos la mudanza. Sin conocerla de nada, siento un extraño afecto hacia Mónica. Y es que hay cosas que te unen a alguien irremediablemente, y llevar un pedacito de ese alguien, sin duda, es una de ellas.

martes, 24 de febrero de 2009

Sonidos de feria (rescatado de un verano)

Sonidos de feria, la niña que llora porque no hay patatas, el sol, un té, un delfín que gira y gira colgado de la cola mientras el mono verde sonríe tontamente y la amiga de Cárol me regala un tímido “a ver si quedamos y cenamos en mi casa…”. La tarde respira simpatía, y el que no camina con ritmo suave, permanece despistado en su modélica sillita blanca. Satisfecho.

El viento sopla con fuerza y me trae el olor de cualquier cosa hecha en aceite, y los restos de un polen perezoso que se desprende de un árbol a regañadientes.

Lo próximo serán las hojas.

sábado, 7 de febrero de 2009

Ésta noche

Esta noche, como otras tantas, se desprenden las alitas y así, desnuda y sin saber volar, comienza de nuevo el proceso de adaptación esta vida que sin saber muy bien si es mía, tiene la facultad de no separarse de mí. Aunque no me guste. Aunque para encontrarse en mi espejo me arranque lo mejor de mí.

Esta noche, con el permiso de lo que quise ser voy a ser lo que soy. Y con las alas dobladitas y bien guardadas el cajón más pequeño del armario, sacaré brillo a una sonrisa ya gastada pero con la que no me defiendo nada mal y cómo no, jugaré a ser la princesa de ese cuento que no está escrito.

Las horas que van desde la puesta del sol hasta cuando oficialmente es de noche tienen la facultad de desasosegarme. Es como si asaltara a la cabeza la sensación de algo mal hecho o inconcluso, claro que a base de repetición una ya ha aprendido a que es solo eso, una sensación. Si a esto le añado que hoy hay luna llena, el proceso de adaptación se vuelve cuando menos hostil y la otra yo, la del espejo, se vuelve aun más taciturna y negativa…suerte de esos pequeños detalles que la meten en vereda y me hacen subir a flote lo justo para otra bocanada, que a base de nadar en agua sucia no recuerdo el sabor del mar.

Ésta es una de esas noches, así que si me ves no tengas miedo en pasar de largo, que después de todo, ni siquiera soy yo…

miércoles, 4 de febrero de 2009

Mis cinco sentidos

Y mientras las palabras afloran en mis dedos

Y la náusea en el cerebro

No consigo sacar del estómago las dentelladas de la rabia

Y el día en que levantas la mirada

Sólo puedes cerrar las fosas nasales a ver si así

De una jodida vez

Entra el aire por la boca y que reviente todo

A ser posible, yo lo primero.

viernes, 30 de enero de 2009

Otoño


mi cara
enmarcada
en la soledad
del otoño
y una sonrisa
abadonándose
a las caricias
del tiempo
tiempo
tiempo
tiempo que pasa
en silencio
abrazando
abrigando suave
ahorcando
he visto nacer y morir
sentada
en mí misma
soplo
con ojos cerrados
las imágenes
de lo que fue
ya invisible
dejando perfume de nostalgia
y mi cara enmarcada en la soledad del otoño.

Porque

Porque no veo

Porque la luna sólo es gris

Porque no hay reflejo, ni cristal

Porque la voz duele y el silencio castiga

Porque qué más da

Porque cada sonrisa lacera y cada grito reconforta

Porque quisiera…y ya ni siquiera quisiera

Y caer

Se me antoja tan tranquilo caer