– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

viernes, 27 de marzo de 2015

Cáctus y Pumba (mis viejitos)

 
Nacieron el mismo día y de la misma madre, y a pesar de ser los dos negros y de más o menos el mismo peso y tamaño, en el reparto de dones a ella le tocó la sagacidad, la astucia, y ese carácter suyo tan endiablado, y a él la nobleza, la sensibilidad, y el porte. Tan distintos eran aun siendo iguales que, para mayor ofensa de Cáctus, siempre me preguntaban si Pumba era su hijo. Así de guapo era. Así de guapo es. Llegaron a casa hace ya casi trece años, con apenas una semana de vida, todavía ciegos y con biberón. Trece años...Si bien ella ha sido una perra relativamente normal, saben la Virgen y los que me conocen que él ha sido siempre especial, muy especial. A lo largo de todos estos años Pumbita me ha dado más quebraderos de cabeza que alegrías, pobre, tan sensible, tan necesitado, tan frágil, mientras que Cáctus era mi cómplice, mi amiga, y la niña de los ojos de todos.
Mis viejitos.
Hoy hemos estado un buen rato en el jardín, disfrutando de esa paz que te regalan los primeros rayos del sol de una primavera que se hace de rogar, y los he estado observando un buen rato...qué mayores están, mis viejitos. Ella ya no camina, hace meses que sus patas traseras decidieron que hasta aquí. Pero no lo sufre. Va y viene, y juega, y explora, y defiende la puerta ante cualquier intruso, solo que arrastrado sus patitas a modo de estela. Con bastante agilidad, ojo. Los escalones son otro tema, es verdad, pero no llora quiejicosa, más bien te exige que la ayudes a subir: así ha sido siempre Cáctus, exigente. Hoy ha elegido la sombra de un arbusto y allí se ha echado la siesta. Siempre un poco distante, siempre independiente, pero siempre con la convicción de que estamos ahí y no le vamos a fallar. Pumbita no. Pumbita con el paso de los años se ha ido refugiando cada vez más en su mundito interior. Ya apenas oye, y paradójicamente esto le ha traído la tranquilidad que de joven nunca tuvo. A veces me mira con sus ojos muy abiertos, como canicas, y yo daría lo que sea por saber por dónde irá el hilo de sus pensamientos...pero bueno, es feliz así, y está en paz. Mientra su hermana dormitaba, él ha venido junto a mi hamaca, como siempre ha hecho. Mi pequeño guardián. Tiene más canas que dientes, porque toda una vida intentando escapar de todos lados a dentelladas le ha pasado factura. Pero esto él no lo sabe. Y ahí se queda, alerta, olfateando el aire, que vete tú a saber qué le llega, y enseñando lo que él cree que son dientes a cualquier cosa que pueda perturbar mi descanso. Fiel.
Diez vidas más que viviera, diez vidas que quisiera tenerles a mi lado. Mis viejitos. Mis niños. Mis compañeros. No sé cuánto nos queda juntos de camino, pero no soy tonta, sé que ya no mucho. Por eso cada día me despierto agradecida porque nos hayamos podido encontrar, y le pido al Universo que cuando ya no estemos ninguno aquí, nos permita reencontrarnos allá, donde sea. Porque nunca nadie me ha amado tanto como mis dos viejitos, y yo tampoco sabía que se pudiera amar así.