Recuerdo que la primera vez que leí
sobre los esquimales quedé fascinada y aterrada a partes
iguales. Me maravilló como vestían y cazaban, eso de que pudieran
vivir en casitas de hielo, y por supuesto:¿quién no ha jugado de
pequeño a darse un beso esquimal? Pero cuando leí que los ancianos
abandonaban el grupo para dejarse morir en soledad (las más de las
veces por voluntad propia) cuando ya no tenían a nadie que pudiera
masticarles la comida, o simplemente para no ser una carga para la
sociedad, me entró verdadero pánico. Nosotros no éramos
esquimales, eso lo sabía yo, pero aun así no me quitaba de la
cabeza la idea de que la abuelita Ofelia podía dejarse morir si
nadie la cuidaba o si yo, que solo iba a verla a Buenos Aires unos
meses al año, no pudiera masticarle la comida cuando ya fuera muy
anciana y no le quedaran dientes. La segunda opción desapareció
cuando, con algo de grima, la verdad, descubrí que la abuela Ofelia
guardaba antes de irse a dormir, una estupenda dentadura postiza en
un vasito de agua encima de la mesita de noche. Al menos ese problema
quedaba resuelto: daba igual lo vieja que fuera, siempre podría
masticar su comida.
Luego vino la otra parte de la
ecuación: ¿cómo podía ningún anciano ser una “carga para la
sociedad” cuando la abuela Ofelia me enseñaba tantísimas cosas
que ella ya había vivido, me cuidaba, me divertía, y los viernes
por la noche me dejaba comer chizitos en la cama mientras veía la
tele? No lo entendía.
Y sigo sin entenderlo. Pero mira tú
por donde, nuestro Gobierno actual pretende tratar a los ancianos
como los esquimales. Parece que sobran, que son una verdadera “carga
para la sociedad”. Los pensionistas cada vez tienen menos. Pagan,
copagan (o como diantres lo quiera decir la señora Mato) sus
medicamentos, y eso cuando no se ven directamente obligados a acudir
a la sanidad privada porque no tienen tiempo real para aguantar una
lista de espera de más de seis meses por unos análisis en la
pública (eso el que pueda, claro). Se recortan las ayudas a la
dependencia y a los centros de día mientras las personas que no
tiene más remedio que cuidar ellos mismos a sus mayores dejan de
cotizar por ello. Se les puede desahuciar por el simple hecho de
haber avalado un día a sus hijos. A miles de jubilados les estafan,
quitándoles sus ahorros delante de sus narices sin que nadie (del
Gobierno) mueva un dedo...es como si muriéndose rápido, alejados,
sin hacer ruido ni molestar, nos hicieran un favor.
No sé por dónde pasan las soluciones
a esta supuesta crisis (cada vez somos más los que opinamos que,
efectivamente, es una estafa), pero me niego a creer que volvernos
esquimales sea una de ellas. Y si tengo que masticarles yo misma la
comida a mis ancianos, pues lo haré. Qué cojones: se lo han ganado.