– Dígame una última cosa -pidió Harry-. ¿Esto es real? ¿O está pasando sólo dentro de mi cabeza?
(…)
-Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿por qué iba a significar eso que no es real?

– Conversación Harry y Dumbledore
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
(Cap. 35, Pag. 607)

martes, 15 de octubre de 2013

Como los esquimales



Recuerdo que la primera vez que leí sobre los esquimales quedé fascinada y aterrada a partes iguales. Me maravilló como vestían y cazaban, eso de que pudieran vivir en casitas de hielo, y por supuesto:¿quién no ha jugado de pequeño a darse un beso esquimal? Pero cuando leí que los ancianos abandonaban el grupo para dejarse morir en soledad (las más de las veces por voluntad propia) cuando ya no tenían a nadie que pudiera masticarles la comida, o simplemente para no ser una carga para la sociedad, me entró verdadero pánico. Nosotros no éramos esquimales, eso lo sabía yo, pero aun así no me quitaba de la cabeza la idea de que la abuelita Ofelia podía dejarse morir si nadie la cuidaba o si yo, que solo iba a verla a Buenos Aires unos meses al año, no pudiera masticarle la comida cuando ya fuera muy anciana y no le quedaran dientes. La segunda opción desapareció cuando, con algo de grima, la verdad, descubrí que la abuela Ofelia guardaba antes de irse a dormir, una estupenda dentadura postiza en un vasito de agua encima de la mesita de noche. Al menos ese problema quedaba resuelto: daba igual lo vieja que fuera, siempre podría masticar su comida.
Luego vino la otra parte de la ecuación: ¿cómo podía ningún anciano ser una “carga para la sociedad” cuando la abuela Ofelia me enseñaba tantísimas cosas que ella ya había vivido, me cuidaba, me divertía, y los viernes por la noche me dejaba comer chizitos en la cama mientras veía la tele? No lo entendía.
Y sigo sin entenderlo. Pero mira tú por donde, nuestro Gobierno actual pretende tratar a los ancianos como los esquimales. Parece que sobran, que son una verdadera “carga para la sociedad”. Los pensionistas cada vez tienen menos. Pagan, copagan (o como diantres lo quiera decir la señora Mato) sus medicamentos, y eso cuando no se ven directamente obligados a acudir a la sanidad privada porque no tienen tiempo real para aguantar una lista de espera de más de seis meses por unos análisis en la pública (eso el que pueda, claro). Se recortan las ayudas a la dependencia y a los centros de día mientras las personas que no tiene más remedio que cuidar ellos mismos a sus mayores dejan de cotizar por ello. Se les puede desahuciar por el simple hecho de haber avalado un día a sus hijos. A miles de jubilados les estafan, quitándoles sus ahorros delante de sus narices sin que nadie (del Gobierno) mueva un dedo...es como si muriéndose rápido, alejados, sin hacer ruido ni molestar, nos hicieran un favor.
No sé por dónde pasan las soluciones a esta supuesta crisis (cada vez somos más los que opinamos que, efectivamente, es una estafa), pero me niego a creer que volvernos esquimales sea una de ellas. Y si tengo que masticarles yo misma la comida a mis ancianos, pues lo haré. Qué cojones: se lo han ganado.

1 comentario:

Ana María dijo...

He descubierto tu blog por casualidad y me alegro, me gusta, así que me tendrás como seguidora. Un saludo y no dejes de escribir que lo haces muy bien.