"Todos marcados a fuego como dóciles corderos"
Canción Protesta, La Cabra Mecánica
Pues… ¿qué queréis que os diga? Escuchar que nuestra
impresentable delegada del Gobierno, doña Cristina Cifuentes, se felicita por
la ejemplaridad de las manifestaciones de ayer sábado, me ratifica en la idea
de que salir a pasear por el centro de Madrid los fines de semana ya no sirve
absolutamente de nada. Puede que sea una manera sana y bonita de desahogarnos,
pero no de cambiar las cosas. Y ojo, que sí que creo en las movilizaciones
ciudadanas: si la PAH
ha logrado paralizar tantos desahucios (y que yo sepa escribir bien esta
palabra) no ha sido por paseos con pancartas los sábados por la tarde, ha sido (y es) por estar presente en cada uno de los
desahucios enfrentándose a lo que haga falta. Cada vez tengo más presente una
frase que se mueve mucho por las redes: “Si manifestarse sirviera para algo
estaría prohibido”. Pero es que además, nuestra clase política, la que nos
gobierna, está tan asfixiada con su propia mierda y tan enculada por el BCE,
Merkel, la Troika,
y la madre que los parió a todos, que ni quiere ni puede escuchar al pueblo. Si
España fuera Islandia manifestaciones como la de ayer servirían para que los
gobernantes flexionen y depongan su actitud...y si mi abuela tuviera ruedas
sería una bicicleta. Que me perdonen los cientos de personas que se ha dejado
la piel en la organización del 23F,
que me perdonen los miles de ciudadanos que salieron a la calle. Les respeto
profundamente y por supuesto comparto sus quejas, pero insisto: el Gobierno nos ha demostrado en más de una
ocasión que ya no sirve de nada.
Y que quede claro que no escribo esta reflexión por estar
desencantada y vencida. Ni de lejos. Lo que ocurre es que estoy ya muy cansada
de salir a la calle para volver a casa pasadas unas horas, ronca de tanto
gritar, y pensar: ¿y ahora qué? Lo que
ocurre es que las circunstancias actuales me han desalineado los chakras por
encima de mis posibilidades y me empujan a ser cada vez más radical en los
planteamientos: Desobediencia civil ante leyes injustas que expolian al pueblo
(que manda cojones que sea el eslabón más débil de la cadena cuando de hecho,
es el motor, pero bueno), insumisión
fiscal hasta que la panda de corruptos devuelvan lo que es nuestro y empiecen a
pagar la parte proporcional que les corresponde, y desacato ante una policía
cómplice que como buen perro se niega a morder la mano del que le da de comer y
contra toda lógica prefiere morder a su propia manada. Ninguna de estas ideas
es nueva, y evidentemente ninguna es mía, pero creo que son indispensables para
poder empezar a cambiar las cosas. ¿Antisistema? Viendo el sistema actual, sí.
Y a mucha honra.
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