Vivo en un mundo en el que las princesas llevan más veneno
dentro que los sapos y los sapos ya no quieren ser príncipes (sí, homenaje). Nunca fui de cuentos, y
es una pena, porque el cuento de tu vida sería digno de contar. Lo que un día
fue un sueño hoy es un chicle sin sabor de tanto mascarlo, y ni siquiera hay
moraleja final con la que quitarnos este mal sabor de boca. Una pena, insisto. Te diría
muchas cosas. Todas, si pudiera. Pero creo que las palabras en ciertas
ocasiones solo son un amasijo de letras que no llegan ni por asomo a lo que
queremos expresar…y por otro lado, en realidad, no serían más que cuentos.
Te diría…te diría que todos somos ese príncipe anónimo
encerrado en una vida que no nos corresponde, ese sapo inútil que croa porque
la evolución le otorgó ese don, sin más, y esa princesa que se debate entre
puta y princesita de boca de fresa según el postor…(creo que esto también es
pura intuición evolutiva). No sé qué es lo que nos lleva a ser uno u otro
personaje del cuento, pero me encantaría, que por una jodida vez, ese cuento
tuviera un final feliz…aunque sea para el autor.
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