Salimos en dos coches de casa de Nach bajo la lluvia y con
el tiempo besándonos el culo. –Subimos por Segovia? –No, mejor tira recto hasta
Plaza de España. En el trayecto hablamos de cualquier cosa menos de las obras,
claro. Que si qué tal el viaje por las américas, que si sigues o no con tal
persona, que si qué mierda de tráfico…pero se palpa en el ambiente. Queda menos
de una hora para el estreno.
Parking. No sé como pero el coche de Nach aparece justo
delante de nuestro y mientras esperamos a que nos dejen pasar, se abren las
ventanillas y asoman cantando no sé que
con cervezas en la mano como hooligans en un estadio. Nos unimos a la
fiesta mientras pienso: ahora es cuando
los del parking se creen que vamos como Alfredo y no nos dejan entrar, verás.
–Mariam, asoma la patita a ver si tu vecino nos deja quedarnos en la planta
vip. Dicho y hecho. Ni cinco minutos después enfilamos Loreto y Chicote
cargados con los distintos bártulos de las tres salas…y ahí está. Microteatro.
Las mariposas aparecen en el estómago. Mariam y yo nos miramos: se nos va a
hacer raro no trabajar juntas ahí dentro, nos reímos. En la puerta ya están Enrique y los Titánic.
Besos, abrazos, una pena no habernos visto ayer en el ensayo general.
Entramos. Y como era de esperar está abarrotado de gente de
lo más variopinta que comenta, ríe bebe, come, espera, saluda, se exhibe…siempre
me pasa que quiero cruzar el espacio lo más rápido posible sin levantar los
ojos del suelo. Me aturulla empezar a encontrar caras conocidas y no saber si
pararme a saludar o simplemente dedicarles una sonrisa. Además estamos a poco
más de media hora del estreno y no quiero desparramar mi energía en una suerte
de acto social que por otro lado, nunca se me ha dado bien. Comienza el juego
de la llave del camerino: -Me la das por favor? –Pregunta en barra. –Me la das
por favor? –La tienen al fondo… Este ritual es siempre el mismo. La buena
noticia es que cuando al fin tienes la llave te has paseado ya tantas veces por
todo el espacio, que ese sentimiento anterior de vergüenza queda olvidado.
Lucía, nuestra madre/sargento. Abrazo sincero de bienvenida. Curiosa, esta
chica, pero se hace querer.
Y ahí estamos todos al fin.
Daf con un bolso donde en realidad cabemos todos, Fer con un traje en la
mano, Arturo con un pivote más grande que él (los otros dos nunca supe quién
los bajó), Jose con las cestitas de barro, Mariam y Aure cargados de bolsas y
yo con un pedazo de césped artificial enrollado. Nach va y viene, ausente
dentro de su eficacia, veloz. Ni me imagino cómo debe estar su cabeza ahora
mismo. No sé bien quién da el primer paso, pero tras unos minutos de estatismo
nervioso, cruzamos la estancia en grupo, y bajamos al camerino. Al camerino,
si, porque solo hay uno.
Esto es algo que hay que vivirlo, que no se puede explicar.
Pretender que diez personas se cambien y maquillen a la vez en una suerte de
trastero abuhardillado en el que, además, se guardan toda clase de muebles, objetos
y vestuarios de las diferentes obras de Microteatro, y por supuesto en
silencio, porque aún hay función a menos de un metro, es de un optimismo rayano
en idealismo. Risas obligadas. –Hay alguna percha? –No tendrás unas tijeras,
verdad? –Tienes algo para la garganta? –Al final no te has traído una camiseta
interior? –No, no, no! No apoyéis nada ahí que están las cestitas de barro! –Eh,
chicas, Aure está desnudo!…son
pinceladas que se escuchan a media voz mientras de fondo y como letanía
constante están los distintos pases de texto susurrados, como si fueran
rosarios. En un momento dado nos cruzamos por un lado Daf y Fer, y por el otro
Mariam y yo y empezamos a repasar texto de Freddy y Carrie...aun nos acordamos.
Nostalgia.
Rui, Nach y Enrique, conscientes de que poco más pueden
hacer hasta que se abran las salas, pululan dando ánimos.
Se liberan las salas. Quince minutos. Vértigo.
En un caos disciplinado y bajo las órdenes de Lucía
trasladamos nuestros enseres a las cuatro salas. Menos de diez minutos. Hacen
falta luces no sé si en la tres o en la cuatro. En la uno no tenemos alfombras
y sobran taburetes.-Alguien nos puede traer algo de agua? –El espejo de la dos!
–Aure, chequea las músicas, por favor…Cinco minutos. Los directores les dan
ánimos a los suyos. A disfrutar, chicos, que esto está hecho. Dos minutos.
Todos nos cruzamos con todos dándonos fuerzas, creando esa energía común. Cruzo
una mirada con Fer, como quiero a este niño, coño. Un minuto. Cada cual en su
sala. Otro abrazo, un “vamos!” . No veo a los demás pero sé exactamente lo que
están haciendo y sintiendo. Treinta segundos. Me falta algo… abro la puerta de
la uno: Mucha mierdaaaaaaa!!!! Mamáaaaa!!!! Se abren a la vez las otras tres al
grito de Taxiiiiii!!!! Mamaaaaaaa!!! Cerramos todas a la vez. Respiro. Bebo un
buche de agua y me arrodillo en el suelo con los ojos cerrados. –Sala
unoooooo!!! escucho lejos. Vuelvo a suspirar y comienzo a trabajar el barro.
Estrenamos.
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